Diario Córdoba

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ENTREVISTA Haizam Amirah Fernández Investigador principal para Mediterráneo y mundo árabe del Real Instituto Elcano

«La guerra en Ucrania va mucho más allá de lo que es el territorio»

«Si no hay reformas y mayor libertad, habrá frustración en la población y con ella viene el caos», indica

Haizam Amirah Fernández, en el Rectorado de la Universidad de Córdoba. A.J. GONZÁLEZ

¿Qué nuevo orden mundial prevé que salga de la guerra en Ucrania?

Hay una gran incertidumbre. Podemos intuir que habrá transformaciones multidimensionales, tanto en los reposicionamientos y alineaciones geopolíticas como en los efectos, de forma también indirecta, que afectan al encarecimiento de productos básicos. Las facturas de los países consumidores de energía se están disparando, y seguramente muchos de ellos ya partían de una situación económica y social vulnerable. Está el encarecimiento de precios de alimentos, el caso del trigo, donde Ucrania y Rusia son graneros del mundo. Hay regiones del planeta, en Oriente Medio, en el norte de África, en África subsahariana, donde ese trigo da de comer a la población. Esto puede tener después consecuencias internas en la estabilidad de países. También por los fertilizantes, importantísimos para garantizar la seguridad alimentaria. Pero más allá de lo que ahora mismo está en juego, es un enfrentamiento entre dos modelos de gobernar no solo países sino conjuntos y grupos de países, donde la democracia es la forma de gobierno con todo lo que ello implica y luego Rusia, con una serie de simpatizantes o de regímenes que no desean una derrota de Putin, donde el autoritarismo, la figura del hombre fuerte, la no separación de poderes es la forma de gobierno que pretenden preservar. La guerra en Ucrania va mucho más allá de lo que es propiamente el territorio.

En los últimos meses, nuestra agenda internacional ha estado muy enfocada a la distensión en las relaciones con el Gobierno de Marruecos. ¿Qué puentes deben recomponerse con más urgencia tras años de distanciamiento?

Mantener buenas relaciones con los países vecinos es una necesidad y debe ser en sí mismo el resultado de la suma de muchas políticas, en interés mutuo y manteniendo unas líneas de política exterior que cuanto más consenso obtengan, más sólidas serán. Marruecos es un país vecino con el que la relación tradicionalmente ha sido más compleja, pero también se tienen que mantener unas buenas relaciones y una interlocución abierta, fluida, con el resto de vecinos en el norte de África, principalmente con Argelia, y el resto de países del entorno.

De momento, ya hemos constatado que Argelia va a cumplir sus compromisos en materia energética aunque se reserva tomar otro tipo de medidas unilaterales...

En lo energético tienen que cumplir los acuerdos porque si los incumplen tienen una penalización. Parte de los contratos están vinculados a empresas donde los argelinos tienen accionariado. Otra cosa es lo que vaya más allá de los contratos.

Lo que es evidente es que la cuestión del Sáhara ha cambiado el panorama con nuestros vecinos.

España está sumida en una compleja relación triangular con sus dos vecinos inmediatamente al sur y principalmente por la competición que existe entre Marruecos y Argelia desde sus independencias a mediados del siglo XX por la hegemonía regional con regímenes en cierta medida antagónicos, donde los intentos que hubo de integración regional a finales de los 80, también como resultado de profundas crisis económicas y sociales, las revueltas del pan, esos intentos por la construcción de la Unión del Magreb Árabe en 1989, se frustraron al poco tiempo precisamente por este enfoque de una soberanía entendida como de rechazo a aunar esfuerzos y ceder soberanía. En Europa eso pasó después de guerras mundiales y mucha destrucción. El problema es que en la actualidad (en el norte de África) es todo lo contrario, con una región en fase de desintegración: ruptura de relaciones diplomáticas, cierres de espacios aéreos, cierre de fronteras terrestres, cortes de gasoductos y una retórica de acusaciones amenazantes, todo eso mezclado con una carrera armamentística con un porcentaje del PIB dedicado al sector de Defensa, compra de armas en alza durante un periodo ya acumulado de años. Todo esto combinado no plantea una situación tranquilizadora y, sobre todo, con un vecindario inmediato al sur del Magreb, el Sahel, repleto de estados frágiles, de actores no estatales dedicados a todo tipo de actividades ilegales, desde tráficos a la presencia de movimientos terroristas que campan por ese espacio amplio y sin control estatal que garantice las fronteras y un Estado con instituciones.

En su opinión, ¿juega mejor ahora, antes o es una asignatura pendiente de nuestra diplomacia la estrategia con el África mediterránea?

El hecho es que España tuvo en un pasado no tan lejano una visión de conjunto de la región mediterránea. Impulsó proyectos como la Asociación Euromediterránea, el llamado Proceso de Barcelona del año 95, de la mano de la Alemania de Helmut Kohl (excanciller entre 1982 y 1998), de la mano de otros actores europeos, intentando crear una región más integrada, con más conexión, con más intereses compartidos que elevaran el coste del conflicto y que proporcionaran oportunidades y prosperidad alrededor del Mediterráneo. Por distintos motivos, por la falta de avances en la resolución de conflictos que ya había entonces en los años 90, el conflicto israelopalestino, la llegada de otros conflictos que se fueron agudizando y por la ausencia de voluntad política, ese proceso se truncó y ha derivado en una fatiga sobre lo que es el Mediterráneo como una región integrada. Una consecuencia ha sido la bilateralización, centrarse en las relaciones con estados concretos. España dedica un porcentaje elevadísimo de su esfuerzo de política exterior a Marruecos, por motivos evidentes, cercanía, complejidad de las relaciones, historia con enormes altibajos en la relación, pero esa falta, y no digo que sea una responsabilidad únicamente española, esa falta de visión integradora de todo el entorno de lo que los romanos llamaron el Mare Nostrum, al final, lo que haces es que los esfuerzos en lugar de que vayan a un conjunto más amplio, que contribuyan a la prosperidad compartida al norte y al sur del Mediterráneo, cuando se centran en un solo Estado de forma mayoritaria, también algo a Argelia y hacia el Este menos, pues son esfuerzos que no dan los resultados deseables. Al final esto se convierte en una relación, sobre todo, intergubernamental, donde se dejan de lado sociedades civiles, actores que deberían tener un papel en la prosperidad de sus propias naciones y de la región. Hay que convertir a más actores en actores constructivos. Nos encontramos como resultado de la llamada realpolitik un apoyo a regímenes políticos que prometen un control estricto de sus sociedades y la llamada estabilidad autoritaria, que a su vez impide el desarrollo, la evolución, la prosperidad, la libertad de sus sociedades, y eso a la larga es una incubadora de frustración que se manifiesta en los deseos de huir, de buscar oportunidades fuera porque no están en casa; buscar una vida digna porque no reciben un trato digno de sus gobiernos o regímenes, y también otra manifestación más extrema de esa frustración acumulada es la búsqueda de soluciones por vías extremistas. Son sociedades diversas y los regímenes, con frecuencia, intentan imponer una única forma de relacionarse entre el Estado y la sociedad bajo reglas impuestas.

Y a ello sumamos una pandemia.

Ha causado un daño económico que se ha dejado notar de forma dolorosa. En actividades económicas que antes generaban riqueza y empleo, por ejemplo, el turismo, en inversiones extranjeras, comercio e incluso envío de remesas de los expatriados. Todo esto en países que dependen enormemente de la agricultura. Los años de sequía, como los últimos dos, en el norte de África tienen un efecto muy dañino para la economía y el empleo. Si añadimos la guerra, nos plantea un escenario inquietante. El endeudamiento se está acelerando y eso ya lo hemos visto en décadas anteriores, tiene un coste y se tiene que pagar y al final hay perdedores . Si no hay reformas, si no hay mayor libertad, si no hay más democracia, pues es previsible que haya más frustración y con ella viene el caos.

Sin embargo, el Gobierno de Marruecos está recibiendo mucho respaldo político, económico y militar por parte de Estados Unidos, Israel, Reino Unido...

En el norte de África y Oriente Medio algunos regímenes han optado por buscar seguridad y relaciones económicas y protección estrechando relaciones con Israel, son los eufemísticamente llamados Acuerdos de Abraham, sin contar con la opinión de sus poblaciones. Pero eso no es garantía de estabilidad ni de que los regímenes puedan mantener no ya solamente el bienestar, sino el control de poblaciones muy jóvenes, que han crecido mucho y cada vez más conectadas y abiertas al mundo. Si solamente se busca el apoyo para mantener la estabilidad autoritaria y no la forma de relacionarse entre Estado y sociedad es probable que esa estabilidad deje de ser sostenible y duradera en el tiempo.

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