Estrés postraumático, insomnio, estado de hiperalerta constante, flasback ante olores o al contacto físico y pesadillas recurrentes son algunos de los síntomas que se repiten en la mayoría de las personas que se ven obligadas a abandonar su país, ya sea por escapar de un conflicto bélico como el que tiene lugar en Ucrania o porque en su país de origen han sido objeto de amenazas y persecución por motivos políticos o por su condición sexual. Alba Aguilar, trabajadora de Córdoba Acoge, y Rocío Alcalde, de Cruz Roja, son dos de las psicólogas que intervienen en la recepción de los refugiados con el fin de ofrecerles terapia y acompañamiento para superar las secuelas provocadas por el proceso migratorio. Esas secuelas son distintas según los casos.

Alba Aguilar, especializada en la atención de hombres adultos no acompañados, explica que las personas que proceden del África Subsahariana son probablemente quienes se enfrenten a situaciones más complicadas, ya que sufren vejaciones en el trayecto migratorio que llegan a ser más traumáticas incluso que las que provocaron su huida, al tener que enfrentarse a mafias, agresiones sexuales, quemaduras, trabajos forzados y ejecuciones arbitrarias. «Una gran mayoría ni siquiera consigue llegar a Europa y se queda en el camino», recuerda.

Rocío Alcalde, psicóloga de Cruz Roja. CÓRDOBA

En los últimos años, han llegado muchas personas ucranianas que huían del conflicto armado en Donbas, principalmente policías o soldados del ejército que no estaban de acuerdo con el asedio a los ucranianos de procedencia rusa y, al negarse a intervenir, se veían obligados a escapar. De Marruecos, donde la homosexualidad está penada, también llegan muchos solicitantes de asilo perseguidos por su condición sexual. Para tratar a los distintos colectivos, los psicólogos deben conocer lo más exhaustivamente posible el contexto cultural, religioso, familiar y político del que procede cada persona, ya que los traumas y las reacciones psicológicas están muy ligadas a su experiencia vital. «Todo lo que tiene que ver con la identidad cultural y grupal, cuando se rompe, genera en la persona un conflicto que a unos lleva a buscar la integración máxima en el país de acogida y a otros al aislamiento en ghetos, afirma Aguilar, para quien «hay vivencias que rompen a una persona de por vida aunque en la mayoría de los casos la intervención terapéutica ayuda a superar los traumas y rehacer sus vidas». 

Rocío Alcalde trata a familias con niños y a mujeres y hombres solos. En su opinión, la resiliencia de cada persona es un factor clave para determinar su evolución psicológica, más que el trauma en sí. Los niños, por su parte, «cuentan con mecanismos que por lo general, consiguen que se adapten a la nueva situación más rápidamente», sobre todo, si vienen acompañados por familiares que les transmitan cierta seguridad. En todos los casos, es muy importante que la persona exteriorice lo que ha sufrido y las emociones que le provoca «aunque hay que respetar los tiempos de cada uno y crear un clima de confianza y seguridad que les permita sacar fuera esos traumas que traen consigo». En cuanto a las diferencias entre hombres y mujeres, Alcalde señala que las mujeres tienen más facilidad para mostrar la tristeza, se aíslan más y presentan más síntomas depresivos mientras que los hombres se enmarcan más en el espectro de la ansiedad y el comportamiento irascible».