Raúl Solís es licenciado en Periodismo y especializado en asuntos europeos, comunicación política y temas sociales, trabaja actualmente como asesor de la diputada de Unidas Podemos Martina Velarde. Autor de La doble transición, ayer presentó en Córdoba su último libro titulado La batalla trans, donde analiza cómo se gesta el rechazo de una parte del feminismo a la ley trans, combate los argumentos antitrans y defiende una nueva ola de feminismo.

¿Cómo y cuándo surge este libro?

Surge en julio del 2019, cuando vi que en la Escuela Feminista Rosario Acuña de Gijón, la escuela de pensamiento más importante del feminismo institucional, donde participan destacadas feministas vinculadas al PSOE como Amelia Valcárcel, Alicia Millán o Ángeles Álvarez, se planteaba que la nueva agenda feminista tenía que ir en contra de la ley trans. A raíz de eso, surge un vídeo que se hace viral donde se dice que las mujeres trans son hombres y otras barbaridades. En ese momento, después de años siguiendo a estas mujeres como ejemplo del feminismo de la igualdad, me di cuenta de que se estaba produciendo un giro basado en argumentos de la ultraderecha y decidí que había que dar la batalla ideológica a favor de la ley. Por eso escribí este libro.

¿Qué argumentario combate su libro?

En ese congreso, ellas teorizaron y dijeron que el género no es el sexo y por tanto, no se puede legislar bajo la identidad de género, cuando la ley del 2004 se llama de violencia de género y no de violencia sexual. Además, empiezan a decir que las mujeres, para ser mujeres, tienen que tener vagina y ser básicamente una mujer normativa, algo que va en contra del feminismo.

¿A qué cree que se debe ese giro?

Lo primero es decir que hablamos solo de un sector minoritario del feminismo, de mujeres de una edad muy concreta que han estado en los últimos 40 años gestionando las políticas de igualdad, muy vinculadas al PSOE. En mi opinión, lo que ocurre es que el 8 de marzo del 2018, cuando el feminismo salió de las paredes de los partidos y las instituciones y se hizo popular y hegemónico, una nueva generación de feministas empezaron a poner en la agenda temas que hasta entonces no estaban. El feminismo tradicional se había preocupado de la paridad, pero no de los cuidados, del mercado de trabajo... Digamos que planteaba mucha igualdad para el Ibex 35 y ninguna para las auxiliares de ayuda a domicilio. Frente a eso, nace un nuevo feminismo joven, politizado a través de redes sociales y vídeos de Youtube y la ley trans se convierte en pelota de ping pong con la que las viejas feministas rivalizan con las nuevas, a las que no controlan, hasta llegar a firmar un manifiesto para rechazar que Unidas Podemos entre en el Ministerio de Igualdad. 

¿Se trata entonces de una lucha política dentro de la izquierda?

No, no es una lucha política entre izquierdas sino de una lucha por el poder dentro del movimiento feminista. Hablamos de mujeres que han tenido las asociaciones, las unidades de igualdad en las universidades, que han gestionado las delegaciones de igualdad, las cátedras, universidades de verano, las que han escrito los libros... y que temen perder una serie de privilegios.

¿Los objetivos del feminismo y los del movimiento trans son los mismos o son luchas diferentes aunque ambas sean legítimas?

Si entendemos que el feminismo es una secta sí son diferentes, pero si el feminismo es una ideología emancipatoria que busca erradicar cualquier desigualdad, es la misma lucha. El feminismo antitrans solo a cierta élite de mujeres, busca la paridad por arriba y patriarcado por abajo.

¿Qué defiende ese nuevo feminismo surgido de la lucha trans?

Que la sociedad no puede admitir ningún tipo de desigualdad y que el feminismo tiene que seducir también a los hombres porque una sociedad donde las mujeres sean más libres para todos, propone que el feminismo debe hacerse cargo de cambiar el modelo de masculinidad y no alimentar la guerra de sexos que solo es útil para quienes viven del feminismo, pero no para cambiar la sociedad.