Córdoba ha amanecido este viernes víspera de Nochebuena con un nuevo tema de conversación, la obligación impuesta por el Gobierno, en coordinación con las comunidades autónomas, de usar la mascarilla también en exteriores. La medida, como todas las adoptadas desde que empezó la pandemia, no ha dejado indiferente a nadie, todo el mundo tiene una opinión al respecto y la necesidad de contrastar sus ideas con el prójimo más cercano, aunque de momento parece haber surtido efecto porque se ven más mascarillas puestas por la calle.

Así, desde primera hora, en bares, televisiones, tiendas y centros de trabajo (no digamos en las redes sociales) uno de los temas de conversación candente es la norma y los mil y un matices para su aplicación o no. "En líneas generales, la gente piensa que hay que tomar medidas más estrictas y que deberían haberse tomado hace al menos dos semanas para frenar este pico de contagios", afirma Antonio, propietario de un bar, "está claro que aquí funcionamos a base de prohibiciones porque si no, la gente hace lo que le da la gana".

Esa es una de las líneas de debate abiertas. Si no hay decretazo, prohibición y confinamiento expreso, cada uno buscará la manera de saltarse las "recomendaciones", que no imposiciones, sanitarias, por más que se hayan repetido hasta la saciedad en dos años de pandemia. Este grupo considera que los medios de comunicación deberían mostrar el vaso medio vacío y no medio lleno. "Si hay un 60% de personas no vacunadas en la UCI, hay que decir que un 40% no lo están para que los descerebrados tomen nota", comentan. Los más radicales creen que debería aplicarse "la selección natural" en este momento: "O se obliga a la gente a vacunarse o si no lo hacen, no se les atiende y que si se contagian, que se mueran", propone un cliente sin miramientos, a lo que otro le contesta: "Lo malo es que antes de morirse él, contagie a otro vacunado y sea el otro el que acabe en el hospital, porque también está pasando".

Viandantes en la calle Cruz Conde de Córdoba. A.J. GONZÁLEZ

En el ámbito escolar, abogan por ir más allá y que "la mascarilla sea obligatoria también en Infantil", comenta Elena García, de CSIF, donde insisten en que se ha comprobado que la propagación del virus es alta, por lo que entienden que la obligatoriedad en exteriores está bien, pero se queda corta. Entre los sanitarios, José Damas, de CCOO, considera que "cualquier medida preventiva es bienvenida, también el uso de la mascarilla en exteriores donde no se guarde la distancia de seguridad". Aún así, recalca que hay que "mejorar la concienciación social y hacer más campañas porque ahí está la clave muchas veces, así como contar con refuerzos de personal sanitario para vacunar más rápido y a más personas".

Volviendo a la calle, hay personas que opinan que los vaivenes en las normas no son buenos y que se confunde mucho a la población con el "ahora no y ahora sí", dice el propietario de uno de los patios que abren en Navidad, aunque no queda claro si es partidario de prohibir todo el tiempo o dejar libertad total para que cada uno decida. "De todas formas, no soy experto, que decida quien tiene la responsabilidad", señala prudente, convencido de que tomar decisiones en un contexto como este es muy complejo. "Si prohíbes, saltan unos quejándose por la falta de libertad y si no prohíbes, la otra mitad se echa las manos a la cabeza porque el Estado no hace nada mientras la pandemia se va de madre", apostilla una señora con la mascarilla puesta cuando surge el debate, "el caso es llevar la contraria".

"He escuchado a un experto en la radio y más que para evitar contagio lo están haciendo para concienciar a la gente para que tenga más precaución", comenta un joven en una tienda, a lo que una chica le contesta: "Yo estoy de acuerdo, he observado que si no es obligatoria la gente se descuida y se les olvida cuando hay más aglomeración. Hay quienes no hacen un uso responsable, por eso creo que han decidido hacerlo obligatorio".

También hay quien cuestiona la medida en sí misma por inútil. "¿Qué sentido tiene ponerse la mascarilla en exterior, en avenidas vacías, si luego vas a entrar en un bar y te la vas a quitar?", comentan dos jóvenes en la puerta de una tienda, sin pensar en que quizás sea útil llevarla en la calle en lugares masificados, como una cabalgata o las campanadas. Si lo planteas, la respuesta es rápida: "Pues que prohíban esos eventos", señalan, incapaces de imaginar que la responsabilidad individual lleve a alguien a evitar esos espacios saturados por puro sentido común. El debate sobre la mascarilla se compagina con los preparativos para la Navidad y así se oye: "Nosotros vamos a casa de mis padres con mis hermanas y los niños, al final sin hacernos el test de antígenos porque no hay, esperemos que no pase nada". Si no hay prohibición, el plan sigue adelante. Es lo que hay. Si hay suerte y no pasa nada, aquí paz y después gloria. Y si pasa, el responsable será el Gobierno de turno por dejarnos celebrar. A alguien habrá que echarle la culpa.