Coleccionar es una forma exquisita de consumo, el modo gourmet del amor a las cosas materiales. Se puede coleccionar cualquier cosa y a cualquier edad, pero cuando se empieza es difícil saber si el hobbie será pasajero o durará toda la vida. Córdoba estaba hasta hoy huérfana de un espacio periódico al que los aficionados pudieran acudir en busca de sus preciados tesoros y para paliar esa situación Rafael Aranda y Francisco Palomino han organizado la primera Feria Nacional en el hotel Córdoba Center, que pretende consolidarse con la creación de una asociación y una feria similar de carácter bimensual. En esta ocasión, el encuentro tiene el encanto añadido de que es la mismísima Legión 501 quien recibe a los visitantes.

Desde primera hora de la mañana, decenas de cordobeses de distintas generaciones, coleccionistas reales o potenciales, han acudido a esta feria (que también abre en horario de tarde) donde han podido ver todo tipo de curiosidades, desde el más amplio repertorio de juguetería de ayer y de hoy; como Barriguitas, juegos de mesa de todo tipo, muñecas antiguas, Playmobyl, Tente, Pokemon; hasta relojes antiguos, cámaras de fotos, papelería, recortables...

La feria ha contado con expositores de toda España, entre ellos, Román, un vendedor que ha pasado toda la noche en carretera para recorrer los 370 kilómetros que separan Toledo a Córdoba y tener su estand a punto por la mañana. "Este es mi oficio", afirma Román, "acudo a unas dos ferias mensuales para vender mis piezas". En la selección elegida para el día de hoy, la pieza más cara eran los Exin Castillos, a la venta por 250 euros. Entre los más demandados, los Montaplex, las Nancys y los Madelman, comenta. El buen coleccionista siempre tiene la antena puesta en busca de cualquier objeto preciado. "Somos como los cazadores de tesoros que salen en los programas americanos, nos llama mucha gente que tiene todo tipo de cosas guardadas para ofrecérnoslas", comenta, "aquí no hay garajes enormes como los de EEUU, pero sí muchos trasteros y buhardillas atestadas de cosas".

Mientras su estand se centra, al menos hoy, en la juguetería, el de Rafael García lo hace en las antigüedades. El motivo de su presencia en la feria no es tanto vender como estar a tiro de posibles novedades, de ahí que en su pared cuelgue un cartel advirtiendo que está abierto a comprar o intercambiar. Según relata, empezó a coleccionar hace casi cuarenta años, cuando un amigo le regaló un reloj antiguo. Joyero de profesión, abrió aquel primer reloj para ver su interior y "me enamoré, perdí la cabeza", confiesa, "es algo adictivo". El efecto fue contagioso porque su mujer empezó a aficionarse también al coleccionismo y ahora atesoran todo tipo de objetos. "En mi casa, puedes encontrar desde 160 latas antiguas a 50 o 60 máquinas de coser de todo tipo, relojes, cámaras de fotos o motocicletas, todo modelos originales", sentencia. Su esposa se centra más en los mantones de Manila y los abanicos.

Al acercarme a él, he interrumpido una negociación con otro señor, Alfonso Ramírez, coleccionista de coches antiguos y motos, con quien tiene un tira y afloja por un Alambreta con sidecar. Cada uno tiene una y quiere la del otro, pero ninguno está dispuesto a perder la suya. "Todo dependerá de si hay alguna otra cosa por la que se pueda intercambiar", comenta Alfonso, que lleva en la bolsa una reproducción de una Harley Davidson, tras desplegar un amplio catálogo de fotos de sus tesoros mecánicos.

"Investigar y rebuscar en la historia" para encontrar objetos de coleccionista

Lo bueno del coleccionismo, según Rafael, es que "te aporta mucha cultura general, muchos conocimientos sobre un sinfín de cosas porque tienes que investigar y rebuscar en la historia para conocer de dónde procede cada objeto, cómo se fabricó y si hay muchos o pocos similares para poder saber el valor real de cada cosa, es algo que te despierta la curiosidad". También es una motivación para viajar. "Mi mujer y yo empezamos a ir a ferias y mercadillos por todas partes para encontrar piezas nuevas para nuestro museo particular", comenta. Lástima que sus hijos no han heredado la ilusión por el coleccionismo. "Tenemos dos y ninguno considera que sea algo valioso, cuando les digo que se trata de un patrimonio, me dicen que lo venda y me vaya de viaje con mi mujer". En el día de hoy, puede que vuelva a casa con algo nuevo y algo de menos. Después de vender un reloj de bolsillo sistema Roskopf de principios de siglo, anda detrás de unos clavos de una puerta antigua a los que les ha echado el ojo. "Esto es como cuando se intenta seducir a una mujer, es el encanto, no se trata de llegar y pagar, lo bonito es el tira y afloja".