Cuando Conchi y Ginés, de Madrid y Almería, han salido del lugar donde se hospedan para pasar unos días en Córdoba, por inercia, se han colocado la mascarilla, como a diario, hasta que se han empezado a cruzar con gente sin ella. Entonces han recordado que es 26 de junio y que el Gobierno fechó en el día 26 de junio el final de la protección obligatoria. Sin embargo, la imagen de la capital durante la mañana ha sido de caras medio cubiertas y miradas furtivas de asombro ante los rostros humanos que, por fin, han dejado ver las primeras sonrisas tras las restricciones más estrictas de la pandemia del coronavirus.

En espacios abiertos y con el calor de junio golpeando los cuerpos extranjeros ha resultado complicado para estos poner resistencia a la poca brisa que ha bajado las telas. Parece hasta "raro", dice la pareja. Y como ocurre con toda costumbre "te choca un poco" mostrar las facciones completas y respirar donde respiran todos, ajenos al espacio privado que han instaurado durante meses las mascarillas. Para Sergio y Conchi, una pareja sevillana "un poco antimascarillas", hay que "empezar a normalizar". Eso sí, aseguran que cuando hay que ponérsela "nos la ponemos".

Porque el respeto es lo más importante para Javi también, un bailaor sevillano que hace del centro de Córdoba un tablao flamenco sin sudar, aunque el sol eleve la temperatura del zapateo. "Uno tiene que tener respeto con los demás", exclama. Pero "sin acercarse a nadie no tengo que llevar mascarillas". Y, tras 10 o 12 horas de trabajo, como explica Eva, su pareja, como para no mandarla al olvido. "Yo me la quito". No hay que decir más. Un "muévete los pies" a Javi termina con el bailaor sacando pecho y las palmas alzando la pasión de un viaje a una ciudad "muy, muy bonita".

"Puedes decir: 'entrevisté a dos flamencos de arte de Sevilla'", propone Javi. "Puedes escribir que la gente sin mascarilla se siente libre", plantea Eva. De lo que no cabe duda es de que para el matrimonio sevillano, para Conchi y Sergio, para Ginés y Conchi y como para tantos otros que han colgado los tapabocas del brazo, la decisión "da un poco de libertad". Y eso parece bastante cuando una pandemia sacude el mundo. Una libertad que ha llevado a una mayoría de viandantes a perpetuar un día más una medida de seguridad que sobrevivirá hasta que la gente lo decida.