Carmen Domínguez tiene 77 años y lleva nueve jubilada. Durante 39 años, ejerció como abogada en Córdoba y vivió los inicios de la ley del divorcio. «Para entender esa primera ley hay que ir a la época», explica, «puede parecer muy estricta porque lo cierto es que conseguir la prueba de divorcio era mortal de necesidad, pero veníamos de una realidad anterior en la que el divorcio era totalmente impensable y la idea de unidos hasta que la muerte nos separe era algo literal». Ella aún recuerda cómo, siendo una niña, una de sus tías acudió a su madre llorando porque quería separarse de su marido y su madre le espetó que cómo se atrevía, que era una vergüenza y que aquello sería algo horrible para la familia, rompiendo a llorar. «El consejo de las madres ante cualquier conflicto era que aguantaras, que eso era lo que había», rememora. Desde esa realidad prolongada durante toda la Dictadura, la ley de 1981 ofrecía abrir una ventana, «una posibilidad de que aparte de la muerte, podía haber otras causas para divorciarse y eso ya era algo».

Otro cantar era demostrar aquellas causas «medidas con lupa y tasadas», asegura. No solo había que esperar dos años desde el enlace sino justificar el cese de la convivencia por «una infidelidad, abuso de alcohol o drogas, abandono del hogar o incumplimiento de los deberes conyugales, había que convencer de que la pareja era culpable y no bastaba con que ya no lo quisieras o te hubieras hartado de la convivencia». Para tener pruebas con las que convencer, a menudo había que recurrir a detectives y hacer seguimiento del cónyuge hasta encontrar algo. Según su experiencia, «las mujeres venían al despacho para divorciarse cuando estaban hasta el gorro del marido mientras ellos venían cuando tenían un repuesto para su mujer». Pese a todo, afirma que los primeros pleitos de divorcio en Córdoba se llevaron «estupendamente» gracias a la persona que ocupó el Juzgado de Familia, Eduardo Baena, jubilado recientemente como magistrado del Tribunal Supremo. A día de hoy, da un consejo a las parejas: «Que intenten llegar a un consenso, como dicen el refrán tengas pleitos y los ganes».