El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, resalta la labor realizada durante este año por los profesionales de los trabajos esenciales, incluyendo a sacerdotes y religiosos y, en especial, las instituciones de caridad de la Iglesia, incluida Cáritas.

Hace un año se declaró el estado de alarma. ¿Qué cree que se ha hecho bien y qué se debería haber evitado?

Pienso que los trabajos esenciales han cumplido con creces su trabajo en medio de esta situación. Personal sanitario, servicios, personal de orden público, muchos de ellos con carácter heroico. Y en ellos incluyo a tantos sacerdotes y religiosos y religiosas que han estirado su tiempo para atender a los demás. Y especialmente, las instituciones de caridad de la Iglesia, incluida Cáritas, han desplegado un trabajo de gran solidaridad, convocando a gente voluntaria para servir. Podría haberse evitado aquel confinamiento tan riguroso del comienzo, que nos dejó aislados a todos con graves secuelas en todos los órdenes.

¿Qué considera prioritario en esta nueva etapa en la que nos encontramos?

Además de mantener las medidas sanitarias que marquen los expertos y las autoridades, me parece urgente la vacunación de toda la población. Ahí se han visto los grandes intereses de las farmacéuticas implicadas, no siempre solidarios, que ha dado lugar a la «guerra de las vacunas». Y considero urgente y necesaria la activación de la sociedad a nivel económico, social, religioso, cultural.

¿Se muestra optimista con una pronta recuperación de la economía de Córdoba y por qué?

Pienso que la recuperación puede llegar pronto, una vez que se abra la ciudad al turismo mundial. El flujo va a ser mayor que antes, pues el mundo entero está reprimido, y abiertas las compuertas habrá riada de gente. Abiertos los mercados, habrá movimiento económico y social. También en el campo religioso, he constatado sed de Dios, necesidad de encontrarnos como comunidad cristiana para celebrar la fe, para abrazarnos.

¿Cuál ha sido para usted la mayor enseñanza de esta situación?

Para mí la mayor enseñanza es que no podemos vivir sin Dios. El hombre es frágil y vulnerable, es un gigante con los pies de barro, y puede caer estrepitosamente en cualquier momento. Solamente Dios permanece, es el único que puede dar estabilidad a nuestra vida, es el único que nos ofrece (y nos da) una vida que no acaba, es el único que llena de esperanza nuestro horizonte. H