Hace un año se declaró el estado de alarma. ¿Qué cree que se ha hecho bien y qué se debería haber evitado?

El confinamiento que se decretó en marzo del año pasado era una medida necesaria para atajar la complicadísima situación que se avecinaba, un escenario inédito para todos. Sin embargo, esta decisión se tomó tarde y mal. Se deberían haber fijado restricciones mucho antes, lo que hubiera ayudado a reducir el número de positivos y de fallecidos. Muchos trabajadores se han jugado la vida al estar en primera línea de lucha contra la pandemia sin contar con las medidas de protección pertinentes.

¿Qué considera prioritario en esta nueva etapa en la que nos encontramos?

Las administraciones deberían poner en marcha las medidas necesarias para reforzar sus servicios públicos esenciales, tanto desde el punto de vista material como para aumentar sus plantillas con contratos que no sean precarios, a fin de que no vuelvan a suceder situaciones inaceptables que se han vivido en el último año. Estos problemas de escasez de recursos y de profesionales era algo que ya se venía arrastrando desde la anterior crisis. Estas plantillas merecen un reconocimiento a nivel profesional y salarial por su encomiable labor durante la pandemia.

¿Se muestra optimista con una pronta recuperación de la economía de Córdoba y por qué?

Aunque me gustaría, no puedo ser optimista de cara al futuro económico y laboral de Córdoba. Nuestro tejido productivo se caracteriza por su fragilidad, una realidad que se ha hecho palpable y que, incluso, se ha agudizado durante estos meses de pandemia. Los datos son los que son y las previsiones no son halagüeñas. El paro se incrementó en Córdoba en más de 13.000 personas en el último año, una subida que afectó especialmente a las mujeres, los jóvenes y los desempleados de más de 50 años. Considero que la recuperación solo vendrá del esfuerzo de la ciudadanía, frente a la incapacidad que han demostrado los poderes públicos.

¿Cuál ha sido para usted la mayor enseñanza de esta situación?

La respuesta de la ciudadanía en general. Ante la mayor adversidad de las últimas décadas, nos ha tocado reconvertirnos. Sin duda, me quedaría con la solidaridad de las personas que, con su labor incondicional, han ayudado a cubrir las necesidades a las que las instituciones no han respondido. Por esto, hago un llamamiento a los representantes políticos para que faciliten la recuperación económica y social y dejen de centrarse en guerras partidistas.