Los datos de campo recogidos durante 25 años en la Reserva Biológica de Doñana por el equipo que dirige el catedrático de la Universidad de Córdoba (UCO) y director de la Unidad de Investigación en Recursos Cinegéticos y Piscícolas, Juan Carranza, muestran cómo el aumento de las temperaturas y la reducción del nivel de precipitaciones que se observa a lo largo de esos años ha ido acompañado de un progresivo retraso en la época de celo (la berrea) de los ciervos.

Así lo ha indicado la institución universitaria en una nota en la que ha detallado que, además, estos cambios han provocado una disminución de la intensidad del comportamiento de celo (medido mediante la frecuencia de berridos que emiten los machos en esa época).

La investigadora Marina Fernández, que lleva a cabo su tesis doctoral bajo la supervisión del profesor Carranza, ha recopilado y analizado los datos que el equipo integrado por investigadores de las universidades de Extremadura y de Córdoba ha almacenado a lo largo de esos años.

En un artículo recientemente publicado en la revista 'PLoS ONE' muestra cómo la lluvia del otoño anterior es muy importante para que la berrea ocurra en su momento óptimo y con intensidad. Los datos satélite sobre el verdor (o actividad fotosintética) de la vegetación a lo largo de esos años, muestran que el estado en primavera y verano de las praderas donde se alimentan los ciervos en el borde de la marisma es fundamental para el momento y la intensidad del celo, lo cual a su vez depende de la lluvia anterior.

Este trabajo también ha analizado la intensidad con que tiene lugar la selección sexual, es decir, en qué medida ciertos machos predominan sobre los demás en la competencia por fecundar a las hembras. Paradójicamente, cuando las condiciones son peores, es decir, cuando ha habido menos precipitación y la hierba es más escasa, a pesar de que se escuchen menos berridos, mayor es el predominio de ciertos machos frente a los demás monopolizando a las hembras en sus harenes.

De este modo, las malas condiciones hacen destacar a los mejores, aunque el balance general no sería positivo ya que la escasez de lluvia y de alimento comprometen el éxito reproductivo general de las poblaciones de ciervos, con posibles efectos en cascada sobre otros elementos del ecosistema, tales como la competencia con otros herbívoros, silvestres y domésticos, el impacto sobre la vegetación, o incluso la situación sanitaria compartida por muchas de estas especies.

El cambio climático, que ya afecta a áreas naturales protegidas, exige vigilar y analizar con modelos multifactoriales predictivos los efectos que está causando en los elementos de la biodiversidad que se quieren proteger, de modo que los cambios en la gestión necesarios para adaptarse a la nueva situación puedan ser implementados eficazmente.

Para los herbívoros, es posible que las nuevas condiciones signifiquen una necesidad de mayor control demográfico de las poblaciones, tanto domésticas como silvestres, que conviven y compiten en muchos de estos espacios protegidos.