Más de 200 profesores y decenas de profesionales de personal de administración y servicios de colegios e institutos se suelen jubilar o prejubilar cada curso. La Delegación de Educación de la Junta incluso les organiza un homenaje y en muchos centros educativos se celebran actos o comidas para conmemorar la llegada de ese momento, en solitario o en unión con graduaciones de estudiantes u otros eventos.

Colgar la tiza (ahora ya más en desuso desde que están las pizarras electrónicas, las tabletas, ordenadores y otros formatos) es un momento que muchos de estos trabajadores de la enseñanza viven en parte con nostalgia, porque es mucha la vocación que hay detrás de su labor. El curso 2019/20 que acaba mañana en educación Primaria y el martes en Secundaria se ha visto alterado, como todos los ámbitos de la sociedad, por la pandemia del coronavirus. Y la no presencia de los alumnos y de los profesores en las aulas desde hace tres meses, al haberse tenido que adaptar las clases al formato on line, ha imposibilitado que los docentes que este año lectivo se jubilan o prejubilan hayan podido despedirse como hubieran imaginado de sus alumnos y compañeros profesores, teniendo en cuenta que ya no volverán a estar juntos en septiembre.

Es el caso de Emilia Cano, maestra del colegio Fernando Miranda de Fernán Núñez, que, aunque tenía opción de prejubilarse la Navidad pasada, decidió acabar este curso con sus alumnos de quinto de Primaria e incluso se había planteado seguir un año más para terminar el tercer ciclo de Primaria con ellos. Sin embargo, la incertidumbre que pesa cada vez más sobre su profesión, con continuos cambios normativos, los rumores sobre posibles modificaciones en la jubilación voluntaria, añadido a la sobrecarga que ha supuesto la crisis del coronavirus (trabajando sin descanso desde la mañana a la noche), han llevado a Emilia a decidir que este curso fuera finalmente el último para ella. Han sido 40 años de docente, carrera que empezó con solo 21 años, recién acabados los estudios de Magisterio.

Emilia Cano, maestra del colegio Fernando MIranda de Fernán Núñez.

«Me da disgusto que llegue este momento, pero he sido muy feliz con mi trabajo. Si volviera a nacer sería maestra de nuevo. Mi objetivo ha sido siempre que los alumnos salgan del colegio lo mejor preparados posible, de cara al instituto. que sepan comprender lo que leen, analizar un texto, porque eso les va a ayudar en todas las asignaturas».

Compañera de colegio de Emilia y paisana suya es Rafi Jurado, que también ha decidido acogerse a la jubilación voluntaria, que se hará efectiva en septiembre, por lo que este que acaba también ha sido su último curso. Rafi tenía opción de prejubilarse en enero, pero decidió también terminar el curso con sus alumnos. Pero, entre medias, se cruzó el coronavirus, lo que ha impedido que en el colegio se pueda celebrar un acto con motivo de fin de curso y poder despedirse de sus «niños», algo que para Rafi ha sido «muy duro y triste».

Rafi Jurado, profesora del CEIP Fernando Miranda. / SÁNCHEZ MORENO

«Si no hubiera surgido la pandemia seguiría el próximo curso, porque soy una enamorada de mi profesión. Dar clase a mis alumnos me da la vida, no me cansa el trabajo, sino que me supone una satisfacción ver cómo progresan los chicos a los que les impartes clase, cómo con los años forman una familia, tienen su trabajo y que incluso se acuerden de ti», recalca.

Amplia trayectoria

También le ha llegado el momento de la jubilación, en su caso a los 65 años, al palmeño César Morales, profesor de inglés y coordinador de bilingüe del IES Góngora. En enero este docente tuvo que superar un problema cardiaco y cuando se iba a incorporar a las clases se decretó el estado de alarma. Después de 25 años de programas de intercambio a sus espaldas no pudo terminar el último. «En lugar de despedirme de mis alumnos por videollamada, algo que me parecía muy frío, prefiero encontrármelos por la calle, aunque sea con la mascarilla, y saludarnos en persona. No soy persona de homenajes, ni de ser el centro de nada. He sido un servidor público como tantos compañeros, muy feliz siendo profesor. Ese es el mejor homenaje que se puede tener cuando llega la jubilación y el orgullo que siento por todos mis alumnos. No me jubilo con tristeza, sino que paso a otra etapa. Mi corazón y mi mente son los de un sexagenario adolescente», destaca emocionado.

César Morales, profesor de inglés del IES Góngora. / SÁNCHEZ MORENO

En el caso de Carlos Castillo, al superar los 61 años, pasará a tener un contrato de relevo, en el colegio Salesianos, lo que reducirá su carga docente. Al igual que los otros tres profesores citados, echa de menos igualmente no haber podido despedirse de sus alumnos al acabar este curso atípico y un ciclo, pues pasarán ahora a Secundaria, «hemos extrañado mucho a los niños, que han sido los verdaderos campeones ante la adversidad que ha supuesto no poder impartir las clases de forma presencial por la crisis sanitaria. El alumnado se merece un diez», resalta.