Fácil tampoco está resultando el confinamiento para Florargentina Mejías Bascón, a pesar de estar acostumbrada a la soledad. Florargentina Mejías tiene 60 años, está separada y lleva sin residir con nadie desde hace tres. Aunque «sola se está siempre», ahora es peor, porque «no puedo bajar a casa de mi vecina y no puedo hacer las actividades de comunicación que realizaba o salir cuando quiera», lamenta. A esto se une la cantidad de besos y abrazos que está robando el estado de alarma y que ella echa de menos. «Yo soy muy efusiva, veo una amiga y la abrazo», gesto que ahora se ha visto obligada a reprimir. De momento, tiene que conformarse con charlar «con los vecinos en el balcón» y con las «nuevas amistades» que en esta situación se están fraguando.

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Florargentina tiene una hija y un nieto con los que se comunica a través del móvil, a los que está deseando ver y a los que echa mucho de menos. «Mi nieto tiene siete años y hablo con él por videoconferencia, me cuenta cosas y hasta me da clases, me pone sumas», señala con orgullo. Encerrada en su vivienda de Poniente Sur, solo sale «a comprar y cada diez días, porque, la verdad, es que me ha pillado con la despensa llena», o, como mucho, «a tirar la basura».

Mejías Bascón confiesa ser una «mujer participativa», de ahí que eche de menos también «las reuniones con el consejo de distrito Poniente Sur y del Consejo del Movimiento Ciudadano» y, sobre todo, «ver a mis compañeros».