Solo hay que analizar los precios que se vienen registrando en la última década en las principales producciones cordobesas para constatar que la pérdida de rentabilidad se ha convertido en un factor clave para comprender la gran transformación que se está produciendo en el mapa de cultivos de la provincia. Si hace unos años podía tener una mayor influencia la Política Agraria Común (PAC) en el descenso de superficie de algunos cultivos, como sucedió con el trigo duro, hoy tiene una influencia menor a la hora de optar por un cultivo u otro. Producciones en intensivo como las del olivar o el almendro no necesitan subvenciones para obtener una alta rentabilidad, lo que está haciendo que, principalmente, estos dos leñosos continúen su expansión por terrenos ocupados hasta hace poco por cereales u oleaginosas. En el gráfico que acompaña a esta información se observa con claridad el cambio de tendencia: el trigo ha perdido en solo diez años el 43,1% de su superficie en la provincia y el girasol ha caído un 50,6%. De ocupar en el 2009 más de 104.700 hectáreas, el trigo ha quedado reducido a solo 59.590 en una evolución negativa que no se ha detenido, fundamentalmente por el gran retroceso del trigo duro, que perdió su prima de la PAC, y por los bajos precios que mantiene.

Por su parte, el girasol pasó de 55.700 hectáreas a poco más de 27.400. También se encuentra en negativo el maíz (-40,1%). Solo han mejorado la cebada (+80%), la avena (+66,2%) y el triticale (+496,4%). En claro retroceso se encuentran los cultivos industriales, a excepción de la colza. Así, la remolacha solo se sembró el pasado año en 20 hectáreas; el algodón bajó un 17% y está en 4.566 y el girasol perdió el comentado 50,6% en diez años (27.491 hectáreas). Tampoco han seguido mejor evolución hortícolas como el espárrago (-53,6%) o los ajos (-24,2%).

Con esta tendencia, ¿hacia dónde se dirige el interés de los productores? Los agricultores tienen puestos sus ojos en las nuevas plantaciones que se están haciendo en los cultivos leñosos, aunque no en todos. El viñedo sigue inmerso en una pérdida continua de superficie, aunque se esté frenando en los últimos años. En los últimos diez años ha pasado de 8.175 hectáreas a 5.945 (-27,3%). En el lado opuesto se encuentran el olivar, que ha pasado de 346.253 hectáreas en el 2009 a 356.793 en el 2019, y el almendro, que hace una década estaba en 1.893 hectáreas y ahora supera las 6.000 (6.256) y continúan plantándose nuevas hectáreas. Otro leñoso como el nogal, que era poco habitual, se extiende ya por 349 hectáreas. En los cítricos destaca la naranja dulce, con 11.309 hectáreas (+4%).

El presidente de Asaja Córdoba, Ignacio Fernández de Mesa, considera que la Campiña cordobesa «ha perdido rentabilidad en cultivos tradicionales, por lo que se están buscando cultivos que necesiten menos agua y sean permanentes, como el olivar y el almendro», precisa. A esto hay que unir la intensificación de los procesos de recolección. «Cualquier cultivo que suponga un ahorro de costes en la mano de obra es una alternativa, como sucede con el olivar superintensivo o el almendro», precisa. El secretario general de UPA en Andalucía y en Córdoba, Miguel Cobos, destaca que la «rentabilidad» es lo que está marcando el mapa de cultivos. «Los herbáceos han dejado de ser rentables por los bajos precios del trigo, el girasol o la cebada, a lo que hay que unir la subida de los inputs», indica. Por eso piensa que «hay que diversificar y buscar producciones más rentables». Cobos precisa que el olivar intensivo y superintensivo puede ser viable a dos euros el kilo de aceite, «aunque esto supone una gran competencia para el olivar tradicional». A este cultivo añade la plantación intensiva de almendro, «que es lo que tiene más futuro». Por su parte, la secretaria general de COAG en Córdoba, Carmen Quintero, advierte de la «plaga del superintensivo», que está provocando la pérdida de cultivos rotatorios. «El problema de estas nuevas plantaciones es que hay mucho humo a su alrededor y no hay agua para tanto olivar», afirma. «Vamos hacia un modelo que no se sostiene y hay que tener mucho cuidado con los monocultivos», advierte.