A finales de 1969 cambió la vida de más de 2.000 familias. Unos venían de la capital, otros de distintos puntos de la provincia, pero todos tenían una cosa en común: se acababan de convertir en propietarios de una vivienda en un barrio único y moderno de Córdoba, el Parque Figueroa.

Muchos de los que llegaron a su nueva casa en noviembre de aquel año conocieron, por primera vez, la tranquilidad de disponer de un piso propio y de hacerlo en un lugar insólito, en una urbanización que fue concebida como una ciudad autónoma en la que sus vecinos tuvieran a mano todo lo que necesitaran.

El proyecto del Parque Figueroa fue promovido por la antigua Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, dependiente, por entonces, de la Diputación Provincial, y por su Constructora Benéfica de Viviendas, una entidad sin ánimo de lucro creada para dar cobertura a los más necesitados.

La nueva arquitectura

El proyecto se encargó a Rafael de la Hoz, que ya había sido galardonado con el Premio Nacional de Arquitectura y que había dejado su sello en Córdoba con numerosos proyectos, como la Cámara de Comercio, el edificio de Cervezas El Águila o los Albergues Provisionales. Junto a él estuvieron en el proyecto Gerardo Olivares James y José Chastang.

La obra terminó en menos de dos años y el 10 de junio de 1970 era inaugurada por los entonces Príncipes de España, Juan Carlos y Sofía en un acto que fue multitudinario y en una jornada repleta de actividades para el futuro rey. Aquel día inauguraron también el Conservatorio Profesional de Música y la Escuela de Arte Dramático y asistieron a los actos del conmemoración del 2º centenario de la fundación del Colegio Provincial de Abogados. El periódico de aquel día publicaba un extenso reportaje sobre el nuevo barrio, la obra «cumbre» de la Constructora Benéfica, como recogía aquel día Diario CÓRDOBA.

En la páginas del periódico se daban los detalles de la construcción: una media de tres viviendas diarias, un «récord» incluso «superior al ritmo en construcción industrializada, lo que da idea del esfuerzo realizado». Era la apuesta de una caja de ahorros que en los últimos años del franquismo estaba convencida de que la ciudad, en pleno proceso de expansión, «no quiere seguir en zonas de sombra, aterida en sus viejos patios y paredes carcomidas, sino que quiere airearse y ganarse una vida sana, decorosa, llena de fundadas esperanzas. Quiere respirar, en fin, aires a escala europea y universal».

En total se levantaron 2.052 viviendas en régimen de VPO subvencionadas y edificaciones complementarias, como la moderna iglesia, la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, una de las señas de identidad del barrio. «Proyectada de acuerdo con la más moderna liturgia» con su planta octogonal y su altar central, se concibió para facilitar la «agrupación alrededor de los fieles» y para celebrar «otro tipo de actos», como recitales.

Los pisos, como detallaba el 10 de junio de 1970 el director gerente de la Caja Provincial de Ahorros, Joaquín Gisbert, tenían una superficie útil que iba desde los 53,21 a los 51,74 metros cuadrados. El precio de las viviendas más caras se fijó en las 179.333 pesetas (unos 1.080 € en la actualidad).

La estructura urbana del conjunto se planteó en torno a tres anillos en los que se intercalaban zonas verdes: uno exterior, «constituido por espacios dedicados a la enseñanza»; uno intermedio, dedicado a la vivienda; y el interior, pensado para «la convivencia». Y junto a todo ello se levantaron un centro cívico; una residencia de mayores; un cine, el Almirante, con capacidad para 980 butacas, que cerró sus puertas en 1987; galerías comerciales con 75 locales; centros educativos con capacidad para 1.600 alumnos y una zona deportiva con una piscina de «7.000 metros cúbicos de capacidad, la segunda de España en cuanto a tamaño». El presupuesto global ascendió a 444 millones de pesetas, de los que 320 se destinaron a viviendas.

Después vendrían al barrio los Colegios Provinciales, «tres bloques de hormigón en forma de cruz unidos por un túnel» donde a partir de 1974, donde, según la institución provincial trasladaron a «todos los acogidos de la Diputación Provincial procedentes tanto del hospicio y Colegio de la Merced, que pasaron a constituir los colegios Fernando III, para niños, e Isabel la Católica, para niñas». Los más pequeños, los que procedían de expósitos y casa de maternidad, se instalaron en El Carmen, y las personas con discapacidad en el colegio provincial Ponce de León.

Le siguieron, entre otros, el Conservatorio Profesional de Música, que dejó el barrio en 2002 para instalarse en su nueva sede de la avenida de los Piconeros, y las naves de Infraestructura del Ayuntamiento. Fueron las idas y venidas de un barrio que sigue rebosando vida.