La vida le ha dado una segunda oportunidad tras sufrir una grave enfermedad y está dispuesto a aprovecharla. Después de una larga e intensa vida profesional que le ha permitido ser rico («rico no es quien tiene millones de euros en el banco, que solo tiene millones de problemas, sino aquel que hace lo que le gusta y encima le pagan por ello», aclara) se acaba de jubilar y empieza una nueva etapa.

-¿Cómo se plantea la jubilación?

-Me la planteo como lo que es, una jubilación forzosa por edad, que llega en un momento en que necesitaba parar para preservarme y dedicarme a mi familia, a mis nietos, a la pintura, a hacer fotografías en Doñana y, si tengo salud, a viajar con mi mujer por placer. La enfermedad me ha hecho darme cuenta de que tenía el orden de valores cambiado.

-Usted se sometió a un trasplante de riñón.

-Sí y tuve la mala suerte de sufrir un shock anafiláctico durante la operación que me obligó a estar meses en Reina Sofía, uno de ellos en la UCI. Llegué a casa con un 90% de masa muscular perdida que me ha dejado seis meses dependiente total; luego, en silla de ruedas, con muletas… hasta que me he podido recuperar.

-Liberado al fin de la diálisis.

Sí, esa ha sido la etapa más negra de mi vida. La diálisis es algo terrible.

-Su mujer es también catedrática de Química, una de las primeras de la UCO, ya jubilada. ¿Hablan mucho de ciencia en casa?

-No, acordamos aparcar la Universidad fuera por salud mental. Nos dimos cuenta de que traer el trabajo a casa no era bueno.

-¿De dos catedráticos de Química ha nacido algún científico?

-No, nosotros no lo hemos fomentado nunca. Tenemos dos hijos, un arquitecto y una periodista.

-Usted ha pasado casi cinco décadas en la Universidad. ¿Qué balance hace de su etapa de docente e investigador?

-Yo siempre aposté por la docencia aunque después la investigación me ha sobrepasado. La docencia es una labor callada, cuya satisfacción consiste en estar bien con uno mismo. El feed back que he tenido de mis estudiantes ha sido muy positivo, la gente me reconoce por la calle, me para, noto el cariño… Nunca he sido un profesor loseta, me he sentido un privilegiado por tratar siempre con jóvenes, lo que te permite estar al día. En cuanto a la investigación, siempre tuve la inspiración de buscar líneas de investigación rompedoras, eso es puro olfato.

-Es usted un científico visionario entonces...

-Sí, eso es un don de dios, como quien tiene la visión espacial o es alto, guapo y con ojos azules. Yo soy bajo y calvo, pero tengo olfato para la ciencia, un olfato que hay que cultivar, hay que leer mucho. Yo siempre he leído un par de tardes a la semana. Eso me lo explicó un gran científico amigo francés. Me dijo que un buen científico tiene que leer mucho, pero no leer para sus trabajos sino leer por leer. Leer ciencia para saber lo que se mueve.

-¿Se arrepiente de algo?

-Sí, he tenido una excesiva dedicación a la Universidad en perjuicio de mi familia. Sobre todo, a la investigación y a los viajes. He estado en todas partes, he dado la vuelta al mundo varias veces, pero ni siquiera he disfrutado de los sitios a los que he ido. He ido a Atenas y como si hubiera ido a Logroño. Esos viajes han servido para abrir camino, he dado 110 conferencias en congresos internacionales, siempre con el nombre de la UCO por delante y eso es duro, pero te conocen en todas partes y eso ayuda mucho.

-¿Cómo descubrió su vocación?

-Mi vocación está marcada por la trayectoria personal. Yo llegué a Sevilla desde Cataluña por motivos profesionales de mi padre. En aquella época no era como ahora, no había información y aunque a mí me gustaba la bioquímica, yo no sabía expresarlo. En Sevilla no había donde elegir, así que me fui a Barcelona a hacer Biología, trabajando como un loco para pagarme los estudios, pero me di cuenta de que no era lo que buscaba y me volví a Sevilla para hacer Química. Yo trabajé doce años engañando turistas en Lloret de Mar, vendiendo de todo, fui responsable de una tienda once años, camarero… Empecé a trabajar con doce años. Mis hijos, ni caso de eso, pero yo me siento muy orgulloso de haber tenido una dificultad. Mis primeras vacaciones fueron ir a trabajar a la Bayern en Alemania como estudiante trabajador, tres meses. Allí me ficharon para volver cuando acabara la carrera porque no me reconocieron los estudios que había cursado en España. En los años 70, España era Tercer Mundo. Me vine a España a hacer la tesis y eso me colocó en un sitio estupendo en el momento oportuno porque empezaba el boom de la Universidad. De 30 universidades pasamos a 45 y cuando acabé la tesis, a 60. Yo fui catedrático de Universidad con 27 años. Me da vergüenza reconocerlo porque, visto con perspectiva, era una persona sin madurez para ser catedrático.

-Eso ahora es impensable.

-Ahora la gente no se consolida en la Universidad hasta los 35 o 40 años y eso es una barbaridad porque son gente con una trayectoria mucho más brillante que la mía en muchos casos y hay pocas plazas… Yo veo personas que sé que van a triunfar y se van a la empresa privada o fuera porque tienen que vivir… El Estado y la Junta de Andalucía no lo ven, el Paidi está parado, llevamos sin becas ni ayudas para jóvenes desde el año 2011. La gente joven es el pan y la sal, son el futuro.

-¿Qué balance hace del Plan Bolonia?

-Lamentablemente, contribuí a establecer la convergencia europea, que ha sido un auténtico desastre, la absoluta deformación de la idea de Bolonia. Somos el hazmerreír de Europa por la mercantilización de horas, el agobio de estudiantes, de profesores...

-¿Qué ha fallado?

-Las personas. Los profesores teníamos que estar convencidos de esto y ahora la cosa va de mal en peor. Se ha impuesto un sistema inflexible y una burocracia atroz. A mí me echaron de la Aneca por luchar contra la burocracia. No hay derecho a que un profesor, para pedir una plaza a la Aneca, tenga que perder diez días rellenando papeles, es de locos.

-La Junta respondió a un artículo suyo hace poco que el Paidi pondrá en circulación 170 millones de euros.

-¿Los ha visto usted? Esto es grave. El Paidi fue modelo en 1989, con Antonio Pascual de consejero, en todas las comunidades autónomas. Estamos parados en seco desde el 2011.

-En su discurso de despedida en la UCO exhibió las espinitas que tenía clavadas desde hace años.

-A mí me ha dolido mucho el comportamiento que ha tenido la Universidad de Córdoba los 16 últimos años. He tenido que dimitir dos veces como vicerrector, cuando aquí no dimite nadie, porque creía que me estaban haciendo un atropello.

-No ha sido profeta en su tierra.

-No. El actual equipo rectoral ha reconocido mi trabajo, pero en su día me persiguieron porque la envidia es muy grande. La biblia falla en España, dicen que la fe mueve montañas, pero aquí la envidia es la que mueve montañas. Este es un reino de enanos mentales.

-¿Le han puesto palos en las ruedas?

-Dos importantes. Me llegaron a acusar de desviación de fondos públicos cuando había seguido las instrucciones de la OTRI de pe a pa, pero fui torpe porque no me defendí públicamente. He tenido siempre las prioridades muy claras. Antes es la ciencia y después, lo demás. Dimití porque quitaron el departamento de Química Analítica y después porque rebajaron de categoría el Instituto de Química Analítica pensando que íbamos a competir con otros institutos, cuando nuestra intención era sumar. Hay gente que ve enemigos donde no los hay. Me sentí engañado y me fui.

-Ha sido un gran defensor del trabajo científico multidisciplinar. ¿Andalucía lo fomenta o hay guetos en la investigación?

-Sí, hay guetos y será difícil romperlos salvo que haya una apuesta política estatal y andaluza para apoyar proyectos pluridisciplinales. El problema de estos proyectos, y yo he sido evaluador, es que son muy mal valorados porque no se hace una evaluación global. Un comité de expertos conjunto debería evaluarlos. Eso es un fallo del sistema.

-La UCO recibe cada vez más dinero de fondos europeos...

-No nos ha quedado otra. En Andalucía llevamos cinco años sin convocatorias. Nosotros hemos conseguido financiación para un proyecto con pymes y hemos creado un nanosensor de partículas de alimentos que ya se va a patentar. En EEUU, en el año 2020, de cinco alimentos que salgan al mercado, cuatro tendrán base nanotecnológica… El que no quiera ver es porque está ciego.

-Supongo que no se acaba de ver el filón de la nanotecnología...

-Mi queja es que están llegando de fuera productos con nanopartículas, con nanotecnología, en lugar de producirlos aquí. El tren de la innovación está pasando y estamos en los últimos vagones. Hay que buscar cosas nuevas. En Andalucía, no hay ningún Instituto de Nanotecnología, mientras Cataluña tiene 3, el País Vasco tiene 2 y Madrid tiene 2. Yo intenté meter en el borrador del Paidi la nanotecnología y no lo conseguí. Es como si yo en los años 80 hubiera hablado de invertir en informática. ¿Quién duda ya de que la informática es la base de nuestra vida? Dentro de 20 años la nanotecnología será la base de nuestra vida, tendremos riñones artificiales portátiles, tiritas que monitorizan el azúcar o hacen electrocardiogramas, injertos de piel creados por nanoregeneración celular…

-Ha sido muy crítico con la visión cortoplacista de la ciencia de los gobiernos. ¿Tiene esperanza en que la cosa cambie?

-La ciencia sigue siendo la gran olvidada de los discursos políticos. Los gobiernos progresistas tienen tendencia a apostar por la investigación y los conservadores no porque buscan melón, tajá en mano, y eso no es posible en investigación porque los resultados no son inmediatos generalmente.

-¿Cuál ha sido su mayor logro?

-Formar a licenciados, a científicos a los que debo todo. La imagen de Cajal con un microscopio es ahora una chorrada, hoy en día son los equipos los que publican y ganan los premios.

-¿Hay buena cantera?

-Tenemos jóvenes maravillosos a los que no les podemos truncar la vocación. Yo ahora entrego el testigo a los míos y les he dicho: «A superarme», esa será la mayor satisfacción que puedo tener.

-¿Sigue siendo la ciencia un mundo de hombres?

-No, ahora es un mundo de mujeres, lo que hace falta es que lleguen a puestos de responsabilidad. Las mujeres son estupendas, a mí me llaman el califa porque tengo más mujeres en mi equipo, son más intuitivas, muy trabajadoras y yo diría que rinden mucho más que los hombres.

-¿Qué se le quedó en el tintero?

-Me habría gustado formar a personas, no a químicos. Eso es otro fallo del sistema. En las empresas el título se te supone, buscan personas que sepan hablar en público, trabajar en equipo, que hablen idiomas… Yo me comí una rosca cuando propuse en el último plan de estudios una asignatura de habilidades directivas. Se perdió una oportunidad de oro. Hay que dar a los jóvenes herramientas para desenvolverse en el mundo laboral real.

-Supongo que ha perdido la cuenta de los premios que tiene.

-Tengo premios muy importantes, pero los que guardo con más cariño son la placa que me dio el PAS de la facultad de Ciencias cuando me fui de decano y el título de doctor honoris causa de Valencia. Volver a ser doctor me hizo ilusión después de luchar tanto por el doctorado.

-¿Nunca quiso ser rector?

-No, la vida de un rector es una vida caca porque no dispone de su tiempo. Yo nunca quise dejar la ciencia. Muy pocos rectores han sabido volver a la investigación.