Con sesenta y poco años a cuestas, uno que se precie con la misma madurez del Córdoba Club de Fútbol y su afición, que lo han visto ya todo en su larga historia, debería hasta entender el trayecto y desenlace que ha supuesto esta novena temporada en Primera División, a punto ya de liquidarse, por cuya conquista son premiados el club y su hinchada fiel con el galardón de Cordobeses del Año.

Porque costó, pero el Córdoba CF y su afición pueden decir que los recuerdos (ahora tan extraños por este desenlace) de los años de Primera no solo quedan en blanco y negro o sepia, sino a todo color gracias a aquella tarde de junio en Las Palmas de Gran Canaria en la que Uli Dávila devolvió al club a la máxima categoría del fútbol nacional. Tan lejos ahora, pero tan perdurable.

DÍAS DE FESTEJOS E ILUSIÓN

A pesar de que el Córdoba enfila ya sin remedio camino al descenso a Segunda A, nadie podrá borrar del recuerdo del cordobesismo aquellos días de festejos e ilusión que sucedieron a la gesta del 22 de junio del 2014 en el Gran Canaria. También por el modo en que llegó. Minuto 93 de partido, la afición canaria precipitada y enloquecida con el ascenso en la mano festejando su triunfo sobre el terreno de juego y una jugada inesperada, mágica como fue lo sucedido aquel año tan agitado, llevó al Córdoba a Primera y a su gente a llenar las calles de la capital en riadas. También en muchas localidades de la provincia. Miles y miles en los recibimientos posteriores. Miles y miles con ilusión de asomarse a Primera cuatro décadas después, conscientes de que protagonizaban un hecho irrepetible cuatro décadas más tarde.

Carlos González, el presidente y máximo accionista del club, vio cumplido con creces su órdago de presentación en sociedad. A los tres años ascendió. El empresario madrileño supo adaptarse como pocos a un fútbol que ha mutado del derroche de antaño al control económico, pero que mantiene intactos los mismos códigos de siempre: sentido común y también un poco de suerte en los momentos clave.

El premio es por todo aquel éxito compartido que lograron a la tercera en esta última era el Córdoba y su afición. Lo que vino después, que ha durado menos que un embarazo, ha sido el duro peaje de una Liga apretada e implacable que no ha perdonado el mínimo error. Al menos, por aquellos días de junio y entusiasmo, merece la pena festejarlo.