"Un día hermoso, de temperatura primaveral, ha contribuido este año a aumentar el esplendor de la fiesta de San Rafael, que es la fiesta de los cordobeses. La iglesia del Juramento estuvo ayer concurridísima, pues se puede decir que nuestro católico pueblo desfiló en masa por aquel templo para depositar sus ofrendas al pie del ara del santo arcángel, a quien acudimos en nuestras aflicciones. Innumerables familias organizaron giras campestres y con este motivo los alrededores de la población presentaban cuadros animadísimos...". La crónica apareció publicada en el Diario de Córdoba del 25 de octubre de 1909. Tal día como hoy, cien años después, Córdoba cumplió con su custodio y repitió la tradición de todos los 24 de octubre. Cambiaron los actores, los detalles, pero no lo principal de la historia. La esencia ha permanecido, aunque el escenario de Los Villares es hoy parque periurbano habilitado para acoger a miles de personas. Los agentes de Medio Ambiente de la Junta estimaron que había cerca de 3.000 personas y contaron 898 turismos y 3 motos. Había peroles, pero más parrilladas que calentaron aún más la temperatura primaveral que disfrutó ayer la ciudad.

El madrugón para coger el mejor lugar llevó a alguno a pernoctar en Los Villares y a otros a enlazar la jornada laboral nocturna con la festiva. Rafael Urbano, que terminó su turno a las 6.00 de la mañana en la fábrica de cobre IBP Atcosa, dejó el mono de trabajo para tomar la carretera que lleva a Los Villares y seleccionar el mejor lugar para los más de veinte integrantes de la familia.

Sobre esa hora llegó también el ecologista Joaquín Reina, que este año, tras más de una década, ha vuelto al parque periurbano con su familia. "El recinto está bien conservado, aunque sería conveniente más guardas porque he visto gente cortando ramas y coches mal aparcados y tampoco hay servicio sanitario", indicaba.

Más de 20 miembros de la familia Rodríguez se reunieron ayer. Algunos integrantes, como Catalina Calero y su marido, procedentes de París, donde residen desde 1963. Otros de Barcelona y Huelva. En el grupo había siete Rafaeles . Uno está aún por nacer.

Entre los grupos más numerosos estaba el formado por la familia Gea y Bonilla. Rafael Gea, que llegó a las 5.30 horas, preparaba unas migas cerca de las 15.00. El perol de arroz estaba reservado para más tarde. Ante el riesgo de que estuviera prohibido hacer candela, trajeron una plancha alimentada con butano. "Aquí no hay crisis. Nosotros debemos todos, pero la crisis es para quien nos tiene que cobrar", afirmaba.

Las dificultades de la economía también la dejaron para otro día la familia Rodríguez, procedente de Las Moreras. "Aquí se aparca la crisis, no vamos a estar siempre pensando en lo mismo", señalaba Juan Luis.

Entre los más madrugadores estaban los Molina, que consiguieron ocupar el chozo del parque periurbano. Procedentes del barrio de Las Margaritas, se habían congregado 36 personas de la familia. El perol, como dijeron, era para la tarde. "Aquí tenemos 4 kilos de arroz reservados", indicaban. El día de San Rafael volvió a recuperar tradiciones y hábitos perdurables.