La Córdoba política ha sido esta semana un gran escaparate en el que se van colocando los mejores productos. Después de unos meses en los que los protagonistas actuaban con cierta monotonía, rota solamente por cuestiones puntuales, los actores de la gran función electoral empiezan a decorar con cuidado sus escenarios y a pelear por ese sello distintivo con el que quieren arrancar el voto.

El culmen de esta nueva estrategia se produjo ayer con la escena del sofá celebrada entre la alcaldesa, Rosa Aguilar, y el presidente de la Gerencia de Urbanismo, José Mellado, a los que al parecer les quedaba tan grande el Ayuntamiento que no se encontraban ni en sus pasillos, y han tenido que citarse, como novios a la antigua, con sus respectivos equipos a modo de carabina. ¿Tan pocas ocasiones tienen de hablar que deben quedar en secreto y dar soplos a la prensa? Eso sí, los fotógrafos tuvieron vetada la imagen, como si IU y PSOE (o uno de los dos, quizá el que no aireó el encuentro) rehuyeran cualquier apariencia de unidad. Escaparates, sí, pero separados.

Al parecer, el Palacio del Sur se ha convertido en un asunto de tal envergadura que el PSOE, o más bien Mellado, ha considerado que ha llegado el momento de reeditar su pacto con Izquierda Unida (IU), con la que últimamente apenas le ligaba otra cosa que invectivas y desacuerdos. Confirmaban así, en los últimos meses, el famoso pacto de sillones que tanto les reprochara el portavoz del PP, Rafael Merino, y que en los últimos tiempos, aunque el también candidato del PP ya había desistido de comentarlo, se hizo más realidad que nunca.

Merino también ha tenido esta semana su particular escaparate. Con la visita de Gabriel Elorriaga, secretario de Estado de Organización Territorial del ministerio de Javier Arenas, el Gobierno parece que empieza a arropar a su candidato y a darle sitio en cuestiones que parecían reservadas a la alcaldesa, como el asunto de la Ley de Grandes Ciudades. A la gente le importa bien poco la citada ley, si bien puede traer cambios sustanciales para una ciudad de pequeño formato y grandes aspiraciones como es Córdoba. Rosa Aguilar disfruta estando, aunque sea con un peso relativo, en el meollo de este debate, y enviando al ministerio la posición de su gobierno municipal sobre este proyecto de ley, aunque después Elorriaga diga que no recibe sus cartas. Pero Aguilar tuvo su escaparate en Barcelona, al lado del alcalde de esa ciudad, Joan Clos, y allí dijo que esta ley está hecha a petición del candidato del PP al Ayuntamiento de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, que la puso como condición para ser el aspirante del sillón municipal de la villa.

Mientras, intramuros de los partidos políticos, en esa cocina que queda tan lejos del escaparate, se produce la sorda batalla de las listas electorales, problema que al menos el PSOE ha dejado solventado, pero que colea y pesa en todos los rictus y gestos públicos de los ediles cordobeses, sumergidos en la difícil tesitura de hacer méritos de cara a la galería sin saber si les va a servir para algo.

Mañana empieza otra semana. Entonces conoceremos qué nuevo servicio municipal pone gratis Merino, qué nuevo batiburrillo inventa Mellado con el Palacio del Sur y qué tajada saca Aguilar de todo esto, por cierto, la única que sonríe en el escaparate electoral. Algo debe saber.