Diario Córdoba

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ESPAÑA, LA RUTA DEL MISTERIO

El postigo de Santa Ana, la Endemoniada de Cáceres

El arco de Santa Ana es un antiguo postigo de la muralla de Cáceres; muy cerca de allí se encontraba el negocio de la familia protagonista de esta crónica

Arco de Santa Ana, junto a la torre del Postigo. SHUTTERSTOCK / J.M. MORALES

España, la ruta del misterio

Una sección coordinada por José Manuel Morales

«He de confesar mi pasión por el casco histórico de Cáceres. Sus calles empedradas, al igual que las de Córdoba o Toledo, te transportan a épocas pasadas mientras te susurran historias de magia y superstición»

Lindante al arco de Santa Ana encontramos el bello, angosto y tortuoso pasaje de la albarrana torre del Postigo, olvidado de paseos, encuentros y miradas fugaces, en un Cáceres que despereza aquí su enorme y valioso patrimonio histórico, artístico e inmaterial. Es zona añeja, bajo arcos con hermosas bóvedas de aristas, fábrica perfecta de sus supradotados artesanos. Lo que hoy vemos, dejando aparte la citada torre, se reformó a mediados del siglo XVIII. No obstante, con edad suficiente para que sus piedras fueran testigos mudos de uno de los episodios más oscuros y fascinantes de la historia de la vieja villa cacereña.

La ciudad vieja de Cáceres al despertar de las farolas. SHUTTERSTOCK / J.M. MORALES

Suelo decir que este Cáceres fue sitio que el demonio debió escoger como propicio para sus gustos y trabajos. Son numerosos los testimonios recogidos de los retorcidos asuntos que los cacereños tomaban como fruto de sus artes. Crónicas como la benedictina de Mecolaeta nos hablan de que al antiguo convento de su orden llevaban en siglos pasados a energúmenos de todos sitios, incluso de Andalucía, para expulsar los malos espíritus de sus cuerpos después de un ritual exorcista que se practicaba a los pies de la imagen del santo titular, un San Benito prodigioso al que aquí llamaban el Viejo. «¡La Luna le ha cogido!», decían las viejas cuando las gotas de aceite se mezclaban con el agua de un recipiente tocado con las manos del enfermo. A los simples aojados los curaban con conjuros y oraciones, pero de los más graves decían que un demonio les había entrado en el cuerpo y eran carne de exorcismo. El último conocido fue a una tal Inés Panduro.

Cercana al pasaje del Postigo estaba la fragua de Lesmes, casado con Isabel Panduro, mujer que conoció en el pueblo pacense de Salvaleón. Con ellos vivía la hermana de ella, Inés. En la primavera de 1834, a esta joven de 17 años, de la noche a la mañana le entró en el cuerpo un demonio a decir de las viejas, y empezó a exhibir conductas irreverentes y contorsionados movimientos que hicieron sospecharlo. A finales de marzo, durante el Jueves Santo, increpó, blasfemó y escupió al Cristo de una procesión, sembrando el pánico entre los presentes. El Viejo exorcista de San Benito era ya solo un recuerdo en un convento abandonado. No quedó más remedio que la Iglesia tomara cuentas de su mal. Decidieron, para alejarla del ruido social, que fuera el párroco de su pueblo natal, Salvaleón, quien le practicara el exorcismo. Allí vomitó al demonio, y pocas semanas después, Inés Panduro la Endemoniada ya no volvería a pisar Cáceres, muriendo el 27 de mayo de aquel mismo año.

* Guía de Rutas Misteriosas en Cáceres.

www.rutasmisteriosas.es

[Aquí puede leer la serie la Córdoba misteriosa]

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