El cambio climático ha dejado de ser una amenaza para convertirse en una realidad. En consecuencia, todos los países —también el nuestro— están sufriendo lo que los expertos denominan "fenómenos meteorológicos extremos", que han puesto al límite a sociedades enteras. Sin embargo, la situación no tiene visos de mejorar, puesto que advierten de que lo peor está por llegar. 

Una situación palpable en España

A principios de este año, todos los españoles nos encontrábamos abriendo los regalos del día de Reyes cuando una feroz tormenta se desencadenó en la península ibérica. La naturaleza, de algún modo, nos trajo su propio regalo. Un presente que nadie deseaba y que se presentó en forma de nevadas no vistas en 50 años en nuestro país. Una bofetada de realidad. 

El cambio climático no solo ha desplomado las temperaturas, también ha "reventado" los termómetros. En agosto de este año, una ola de calor encerró a España en un infierno que llegó a alcanzar los 47,2 ºC, una cifra jamás registrada en nuestro país. La gravedad fue tal que varias agencias tuvieron que añadir nuevos colores a sus mapas térmicos. 

No obstante, este es solo uno de los indicios de que algo está cambiando en nuestro planeta. Sin ir más lejos, el océano Atlántico tuvo la temporada de huracanes más activa de la historia, que tuvo en vilo a las islas Canarias en varias ocasiones. Como prueba de su magnitud, un hecho sorprendente: al agotarse la lista de nombres, tuvieron que recurrir a las letras griegas. 

Pensemos por un momento en el funcionamiento de los huracanes, esos monstruos que pueden expulsar hasta nueve billones de litros de agua al día. Se generan sobre las aguas cálidas y se alimentan de estas, de ahí que se desvíen hacia el Caribe. Cuando las temperaturas del mar aumenten, España vivirá pendiente de sus trayectorias como ahora lo hacen Cuba o Estados Unidos. 

Las lluvias —aunque torrenciales— podrían no ser tanto un problema como la falta de estas. ¿Qué hay de las sequías? Una parte muy importante de la humanidad vive de la agricultura, especialmente en naciones en vías de desarrollo. Muchas zonas del mundo, como el sur de Europa o África, están expuestas a sequías que, en 2100, darán lugar a los primeros "refugiados climáticos". 

Un futuro con dudas

Si las tendencias continúan, los registros seguirán trastocándose durante los próximos años hasta que palabras como "récord" se afiancen en el vocabulario colectivo. Pero ¿hasta dónde llegará la capacidad humana? ¿Sabrá nuestra civilización adaptarse a climas cada vez más extremos? Todo apunta a que sí, pero durante muy poco tiempo. 

Mientras el mundo dirige su mirada a todos estos fenómenos inusuales (aunque dentro de poco ya no lo serán), nuevas amenazas se ciernen sobre nosotros. Una de ellas son las noches tropicales, que serán cada vez más frecuentes en nuestro país. ¿Nos acostumbraremos a dormir todo el verano a más de 20 ºC?

En el mundo hay países que raramente se nombran en los telediarios. Uno de ellos es Tuvalu, una pequeña nación insular del Pacífico que puede ser el primer país al que la subida de nivel del mar 'borre' del mapa por completo. Las palabras del Secretario General de la ONU, António Guterres, son muy claras: "Debemos evitar que Tuvalu se hunda y que el mundo se hunda con Tuvalu".

Por un momento, vamos a dar voz a los expertos. De acuerdo con National Geographic, "el futuro pinta bastante negro cuando hablamos de sequías, huracanes, inundaciones u olas de calor". Las consecuencias serán inimaginables para nuestras economías y, lo que es más importante, para las vidas de nuestros hijos y nietos. 

Recientemente, el planeta ha vivido situaciones que parecen sacadas de una película. Seguramente, a usted le haya venido ahora a la cabeza la pandemia de COVID-19. ¿Qué relación tiene esto con el cambio climático? Le sorprenderá saber que hay mucha más de la que puede pensar. 

Sobre el origen del coronavirus no vamos a hablar, pero sí es cierto que el calentamiento global provocará que haya más pandemias. Un ejemplo: el descongelamiento del Ártico podría ocasionar que virus de tamaño gigante se extiendan por la humanidad. Se trata de enfermedades que datan del siglo XVIII —o incluso antes— y frente a las que el ser humano no tiene resistencia. Tampoco vacuna.