El aula de viticultura da la voz de alarma entre los agricultores de la zona

Alertan de la dispersión de la oruga peluda por los viñedos del marco de Montilla-Moriles

La presencia de la plaga es «muy notable» en los pagos de la denominación de origen protegida

Las colonias de gusanos son capaces de recorrer hasta 300 metros y afectar así a fincas aledañas

Un viticultor provisto de guantes trata de capturar una oruga peluda sobre una cepa a las afueras de Montilla.

Un viticultor provisto de guantes trata de capturar una oruga peluda sobre una cepa a las afueras de Montilla. / José Antonio Aguilar

Juan Pablo Bellido

Juan Pablo Bellido

Casi tres meses después de la aparición de los primeros nidos de oruga peluda en viñedos de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles, el consejo regulador ha alertado de la «dispersión» por algunas fincas del marco vitivinícola de numerosos ejemplares de este lepidóptero que ataca a cultivos como las habas o la vid y que, de no atajarse a tiempo, es capaz de causar «auténticos estragos» en plantaciones.

Según detalla el Aula de Viticultura a través del boletín que emite periódicamente la Agrupación de Producción Integrada (API), la presencia de orugas peludas en los viñedos del marco es muy notable, de ahí que se haya insistido en que «no deben coincidir los gusanos con las viñas en brotación».

La importancia de la vigilancia

«Es muy importante vigilar el estado de las yemas –lloro, desborre y brotación– y observar la evolución de la oruga en nuestras viñas, en las lindes y en las parcelas colindantes», recomienda la responsable del Aula de Viticultura, Ángela Portero, quien aclara que las orugas han abandonado ya los nidos y están dispersas por el terreno, «devorando las hierbas espontáneas».

Según Ángela Portero, «los gusanos presentes en el viñedo van a alimentarse de los brotes, causando la pérdida de cosecha en las yemas roídas», de ahí que recomiende aplicar tratamientos mediante pulverización pero «solo en las cepas afectadas o, en su caso, en todo el viñedo, según el estado de las orugas dispersas en la parcela».

«Cuando están en los nidos, lo ideal es destruir las telarañas que las protegen y matar las orugas por métodos mecánicos o químicos pero, cuando ya están dispersas, el método de control más recomendable es el químico, siempre mediante productos autorizados», advierten desde el consejo regulador, que recuerda que «las orugas errantes son las más voraces», dado que atacan las yemas brotadas del viñedo e, incluso, de otros cultivos como las habas.

Las orugas errantes

Las orugas errantes se alimentan de las yemas principales, lo que obliga a la planta a brotar una yema secundaria que ya no presenta racimos, por lo que genera una importante pérdida de cosecha. Por este motivo, el consejo regulador anima a los viticultores que detecten ejemplares de este lepidóptero a tomar cartas en el asunto, dado que es en marzo cuando alcanzan el tamaño suficiente para dispersarse por la viña, atacando las yemas recién brotadas.

Y es que, como insisten desde el Aula de Viticultura, «la presencia de oruga peluda en terrenos que no se labran es importante y las consecuencias para el viñedo pueden ser serias en el caso de que la brotación de las cepas se adelante y coincida con la diseminación de los primeros ejemplares».

Las colonias de oruga peluda son capaces de recorrer hasta 300 metros, permitiendo que, al año siguiente, «estén separadas y no compitan por el alimento». En los últimos estadios del desarrollo, las orugas errantes se alimentan vorazmente y son las que dañan el viñedo por lo que, en su caso, es preferible acometer la destrucción de las colonias cuando están agrupadas, bien con lamparillas o bien pisándolas, cuando aún son pequeñas.

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