Ventana a la naturaleza

Cambio climático, Agenda 2030 y agricultura

En las últimas semanas se asiste a una movilización generalizada del sector agrícola y ganadero en la que afirma una serie de cuestiones no faltas de razón. Sus explotaciones son cada vez menos rentables porque los precios que reciben por sus productos son prácticamente igual que hace veinte o treinta años

La campiña cerealista, con el cambio climático, será menos productiva.

La campiña cerealista, con el cambio climático, será menos productiva. / ARENAS

El mantenimiento de los precios de venta ha chocado con los costes, que se han incrementado, el combustible, la energía, los abonos, los pesticidas... Entre otras cosas, los agricultores, en sus movilizaciones, solicitan unos precios justos para sus producciones. En el año 2021 se dio un avance con la conocida Ley de la Cadena Alimentaria, que prohíbe al supermercado pagar a los agricultores menos de los que cuesta producir el producto. La puesta en marcha no ha venido acompañada de una mayor capacidad inspectora y sancionadora como ya se ha puesto de manifiesto en algún estudio y parece que requiere un retoque.

El cambio climático ha venido para quedarse y sus efectos comienzan a verse en los últimos años con sequías, lluvias torrenciales, granizadas...; se están incrementado los fenómenos extremos. La siniestralidad que se registra en el seguro agrario ha marcado registros no conocidos, 1.241 millones de euros en el año 2023. Los agricultores con sabiduría han comprendido la situación perfectamente, pero en este debate se está colando el argumento de los negacionistas o retardistas. Éstos indican que esto del cambio climático o cambio global es un invento de la izquierda política, negando todo el acuerdo científico que hay sobre esta cuestión en el seno del Grupo Intergubernamental de expertos en Cambio Climático (IPCC), que fue creado en 1988 para facilitar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. Son casi 35 años en los que se ha ido avanzando en el análisis y cada vez se ha venido confirmado esta cuestión. Esta variable hay que tenerla en cuenta para el diseño de las políticas agrarias, si se ignora, mal camino tendrá esta sociedad.

Dependiendo de los escenarios y con el horizonte puesto en el año 2050, y en relación con la agricultura en Córdoba, se espera un aumento de la temperatura anual de entre 1,5 y 7 grados, la primera ya es cierta en la actualidad; disminución de las precipitaciones entre 180-220 mm anuales; disminución generalizada de días de lluvia, lo que hará que el olivar será limitado al centro y noreste de la provincia debido a las máximas de verano en un escenario de menor agua disponible; el viñedo se verá afectado por las temperaturas máximas, algunas plantas sufrirán daños y los vinos tendrán falta de acidez; el trigo se limitará a la campiña por las altas temperatura, que se traducirán en grandes pérdidas y dificultades para su recolección y almacenamiento.

Cambio climático, Agenda 2030 y agricultura

El olivar tradicional de Córdoba. / ARENAS

Si se sigue negando el cambio climático y frenando la transición ecológica, retrasando los objetivos de reducción de emisión de gases de efecto invernadero y de una menor contaminación, será un error que se pagará con creces no dentro de mucho tiempo. Muchos acuíferos están muy contaminados de nitrógeno y la utilización del agua ya no es apta para muchos usos. Además, volver a su situación previa requiere muchos años, como puede comprobarse en las planificaciones hidrológicas que se han aprobado; durante su vigencia no se prevé ese retorno porque requiere muchos más años. Lógicamente, esto tiene unos costes que no deben ser asumidos por los agricultores; la única solución es un impuesto ecológico o que la PAC lo incluya. No es solución seguir contaminando.

Otro concepto que se ha colado es la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, a la que se le carga absolutamente de todos los males y se repite como un mantra que es la causante de todo lo que se le ocurra a quien lanza esos bulos. Repite muchas veces una mentira que al final algo queda. La agenda implica un compromiso común y universal, no obstante, puesto que cada país enfrenta retos específicos en su búsqueda del desarrollo sostenible, los estados tienen soberanía plena sobre su riqueza, recursos y actividad económica, y cada uno fijará sus propias metas nacionales, apegándose a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Además de poner fin a la pobreza en el mundo, los ODS incluyen, entre otros puntos, erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria.

Precisamente el objetivo dos sobre hambre cero reconoce que la inversión en agricultura es crucial para mejorar la eficiencia, la productividad y el aumento de los ingresos, y para hacer frente a la pobreza y el hambre. En el objetivo seis sobre agua y saneamiento se insta a mejorar la potabilización y el tratamiento de las aguas residuales. También es necesario mejorar la eficiencia en su uso. Y el objetivo doce pretende una producción y consumo responsable. En caso de que la población mundial alcance los 9.800 millones de personas en 2050, se podría necesitar el equivalente a casi tres planetas para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener los estilos de vida actuales. Invito a una lectura sosegada sobre los diecisiete objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible; no está en contra de la agricultura y ganadería.

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