En el artículo anterior se llamó la atención sobre el ocaso de los insectos principalmente por el uso indiscriminado de productos fitosanitarios (herbicidas, insecticidas y fungicidas) en zonas agrícolas, sin obviar también los efectos del cambio climático.

Gran número de especies de aves tienen en los insectos una variada fuente de calorías, al menos durante el periodo reproductor cuando son pollos. Era de esperar que un descenso en las poblaciones de insectos iba a tener su efecto en las poblaciones de las primeras. Se ha calculado que el número de aves en Europa ha caído de forma significativa, han desaparecido 300 millones de parejas reproductoras en las zonas rurales entre 1980 y 2010, lo que supone una disminución del 57%.

En el 2014, investigadores de la Universidad de Exeter (Reino Unido) cifraron en 421 millones los pájaros perdidos a lo largo de las últimas tres décadas. El trabajo, publicado en la revista Ecology Letters, analizó los datos de 144 especies en 25 países de Europa para concluir que el 90% de estas pérdidas correspondían a las 36 especies más comunes: gorriones, alondras, perdices grises y estorninos, entre otras. También señalaban que no todas las especies comunes están en peligro: petirrojos, herrerillos y mirlos han aumentado su número, precisamente especies que se consideran forestales o de sotos ribereños

Más recientemente, en el 2019, en la revista Science se publicó un estudio en el que se concluye que sobre 529 especies en EEUU y Canadá se han perdido 3.000 millones de pájaros con un descenso generalizado del 60%.

El mirlo común ha aumentado sus efectivos al estar ligado a sotos ribereños. RAFAEL ARENAS

Si nos centramos en España, la Sociedad Española de Ornitología (SEO) ha calculado que el 37% de las aves que se reproducen en España muestran reducciones de su población. En total, del conjunto de aves analizadas que se hallan en situación de declive, acumulan la pérdida de 64.511.917 ejemplares entre 1996 y 2016. En algunas especies los datos son alarmantes como ocurre con el sisón común (con una caída del 71,73%), la codorniz común (-61,63%), el alcaudón real (-56,65%) y el escribano cerrillo (-50,46%). Otras presentan un declive de entre el 30 y el 40%, como el cernícalo vulgar, el pito real, la perdiz roja, la golondrina común, los vencejos y los gorriones.

Los programas de seguimiento puestos en marcha hace más de veinte años constatan estos descensos generalizados en los medios agrícolas, tanto en cultivos herbáceos, leñosos o mixtos. Por el contrario, la tendencia de las poblaciones de aves forestales en los últimos años es manifiestamente positiva en lugares donde generalmente no se utilizan con tanta intensidad productos fitosanitarios.

Un grupo de investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales han constatado que las aves de los campos de cultivo también se extinguen en las zonas protegidas que integran la Red Natura 2000. Este artículo fue publicado en el 2018 en la revista Journal for Nature Conservation y señalan que su protección no es garantía suficiente, ya que la agricultura que se practica en cuanto a insumos es similar a la que se realiza en el exterior de los espacios naturales protegidos.

Los programas de seguimiento constatan descensos en áreas agrícolas

La Política Agrícola Común (PAC) europea, originalmente concebida para aumentar la producción agrícola, y tras leves intentos de hacerla más verde, no tiene restricciones en las áreas protegidas, lo que crea un conflicto entre la política agrícola actual y la legislación sobre conservación de la biodiversidad, que los gestores no saben como compaginar dada la mentalidad existente en la sociedad y la administración. Se conocen pérdida de lugares de exhibición de avutardas en el sureste de la provincia de Córdoba por implantación de olivar cuyos expedientes sancionadores no llegaron a ningún lado precisamente por una mentalidad excesivamente proteccionista del sector agrícola dentro de la administración.

En los últimos 35 años se ha avanzado mucho en materia de conservación, hay una extensa red de espacios naturales protegidos, más del 30% de la superficie de Andalucía; en los programas de conservación y muchas especies han mejorado con carácter general. Se le dio la espalda a los sistemas agrícolas y éstos se tornaron cada vez más agresivos con la utilización de herbicidas muy efectivos que impedían el desarrollo de la mayoría de las plantas. A su vez se asistía a la aparición de nuevos insecticidas sistémicos que eran absorbidos por la planta y se distribuían por todas las partes de la misma, y desde allí ejercían su función.

Si los europeos quieren conservar estos paisajes y su biodiversidad, el actual modelo de conservación debería cambiar en las zonas agrícolas. Las soluciones deben pasar por la disminución de la intensificación agrícola y la implementación de prácticas agrícolas sostenibles diferentes de los subsidios actuales de la PAC. Con el Pacto Verde se abre una oportunidad pero ya nace mutilado por las presiones que ha sufrido y la situación actual del conflicto bélico. Tanto que se defiende el mundo rural hoy día, casi nadie reclama que el campo sin vida no es campo.