Esta misma semana se ha difundido la noticia de que la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía ha archivado un expediente sancionador contra la denominación de origen (DOP) Aceites de Baena, por una propaganda que se incluía en su web y que presuntamente no está permitida por la legislación: divulgar las propiedades saludables de sus aceites de oliva virgen extra. Junto a ello se ha difundido, asimismo, que dicho alimento no se considera saludable según la calificación del conocido semáforo nutricional Nutriscore. El término aceite de oliva, referido de forma genérica, es ambiguo porque incluye a dos alimentos nutricionalmente diferentes: el aceite de oliva propiamente dicho, que resulta de la mezcla de aceite de oliva refinado y de una porción de aceite de oliva virgen y, de otra parte, los aceites de oliva vírgenes (AOV), tanto el aceite de oliva virgen como el aceite de oliva virgen extra. Los tres tipos de aceites, al igual que el aceite de orujo, tienen un tipo de grasa saludable, la monoinsaturada, que cuando se consume sustituyendo a las grasas saturadas (mayormente de origen animal, de la palma o del coco), son beneficiosas para el cerebro y el corazón reduciendo el riesgo cardiovascular. Pero este beneficio no es exclusivo del aceite de oliva porque la grasa monoinsaturada también se encuentra en varios aceites de semilla, aunque estos otros han de ser refinados para su consumo, como son el aceite de colza o el aceite de girasol alto oleico. Sin embargo, los AOV son algo más, ya que son auténticos jugos de aceituna, obtenidos exclusivamente mediante procedimientos mecánicos, por lo que además de aceite contienen en su composición otros componentes bioactivos, especialmente antioxidantes procedentes de la fruta original. La presencia de esos compuestos le aportan un plus saludable que es inexistente en los aceites de semilla, por lo que es difícil explicar que los AOV tengan en el Nutriscore la misma clasificación C que los aceites de semilla, como luego comentaremos. Y es que ello supone ignorar la presencia de productos como los polifenoles, coenzima Q, carotenoides, vitaminas (A, D, K y E) y escualeno, de los que actualmente disponemos de cientos de investigaciones sobre sus propiedades para prevenir la obesidad, múltiples tipos de cáncer, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión arterial, el colesterol, el deterioro cognitivo y otros procesos de base inflamatoria.

Efectos saludables

Actualmente se piensa que el mecanismo más importante, que explica los efectos saludables de los AOV, es su acción antiinflamatoria, a través fundamentalmente de una protección antioxidante. Existe en la literatura científica estudios en los que se ha planteado que el propio ácido oleico puede tener cierto grado de efecto antioxidante, lo que supondría que tal acción se podría observar con el consumo del aceite de oliva en general, pero en los estudios comparativos han demostrado que dicho efecto es mucho mayor con los AOV, debido a su riqueza en compuestos fenólicos. Este hecho explica que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) aprobase un mensaje de salud en el que se recoge «existe una relación bien establecida de causa efecto entre el consumo de polifenoles del aceite de oliva y la protección del daño oxidativo en partículas de LDL». Esta evidencia científica justifica el reconocimiento de que los AOV son productos diferentes del aceite de oliva, tanto nutricionalmente como por sus efectos biológicos, por lo que los aceites vírgenes son fundamentales en nuestra dieta, la Dieta Mediterránea. Pero adicionalmente, es importante saber que los alimentos producen efectos bilógicos y efectos clínicos. Entre los primeros hay cientos de publicaciones indicando que los AOV disminuyen la presión arterial, la glucosa en los diabéticos, la coagulabilidad de la sangre o el colesterol perjudicial LDL, aumentando el colesterol HDL beneficioso. Pero es mucho más importante que, además de los efectos biológicos mencionados, hay demostraciones científicas de que la Dieta Mediterránea con AOV disminuye el riesgo de sufrir enfermedades propiamente dichas. En este sentido el ensayo clínico más modélico es el estudio Predimed, en el que 2.543 pacientes recibieron varias dietas y se observó que, al cabo de 5 años, el grupo que había consumido una Dieta Mediterránea con AOV mostró una reducción del 30% en el riesgo de sufrir un episodio cardiovascular, es decir angina de pecho, infarto de miocardio, parada cardiaca o trombosis cerebral, es decir, con beneficios tanto para el corazón como para el cerebro. No solo mejora los análisis, sino que ello repercute en la enfermedad. Por tanto podemos afirmar que hay evidencias suficientes de que el AOV, dentro de la Dieta Mediterránea, es el cambio en el estilo de vida probablemente más eficaz en la reducción de procesos relacionados con la arteriosclerosis cardiovascular, con más eficacia incluso que muchos tratamientos farmacológicos.

En nuestro país se está planteando, como hemos comentado, la próxima implantación del Nutri-Score, herramienta que parte de la idea de que los consumidores dispongan de una herramienta útil y fácil de aplicar, para reconocer cuales son los alimentos más saludables. De esta forma se podría mejorar la calidad nutricional de la cesta de la compra. Dicha herramienta reconoce 5 categorías de alimentos, dos de color verde (A y B), una amarilla (C) y dos con distintas gradaciones de rojo (D y E), de forma que los más saludables se etiquetan como A y los menos saludables como E. El aceite de oliva está calificado con una C, que incluye a todos los aceites de oliva, el aceite de colza y el aceite de nueces. Ésta desafortunada decisión, de no reconocer que el AOV es más que un aceite, lesionará nuestra forma tradicional de alimentarnos, atentando contra la esencia de la Dieta Mediterránea, ya que el consumo de AOV es una parte fundamental de dicha alimentación. Pero lo más sorprendentemente es que, en el documento elaborado por expertos para justificar la implantación del Nutriscore, se ha ignorado la existencia del AOV y sus beneficios, máxime cuando dicha herramienta no dispone de un respaldo científico comparable con el mencionado estudio Predimed, por la gran población utilizada, por su duración y porque demuestra que reduce el riesgo de enfermedad y no solo influye en parámetros bioquímicos como la glucosa o el colesterol.

Este hecho tan desconcertante, es decir la falta de reconocimiento de las virtudes saludables del AOV, explica la desafortunada denuncia sobre la Denominación Aceites de Baena, que se agrava mucho más si se recuerda la actitud irreductible e intransigente del Ministro de Consumo, Alberto Garzón, dispuesto a implantar el Nutriscore sin reflexionar sobre la absurda calificación que el Nutriscore le da a nuestro alimento emblemático. Y ello sin considerar las muchas razones científicas, sociales, económicas, culturales o nutricionales que exigirían un trato diferente hacia el AOV. Es más, la calificación C para el AOV le hará perder atractivo para la cesta de la compra, tanto en España como en el extranjero, donde los consumidores optarán por aceites menos saludables, pero más baratos, como el de girasol y colza, con la inevitable consecuencia de su progresivo abandono y que puede desgraciadamente conducir a la experiencia histórica del arranque del olivar, sucedido hace 60 años. Este escenario podría suceder en llamativo contraste con la opinión de relevantes científicos e instituciones autorizadas de nuestro entorno, como la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (Aesan), cuando recomienda el consumo diario aceite de oliva virgen, preferentemente crudo. Pero, además, el Nutriscore ha sido desgraciadamente acomodaticio para adaptarse a los hábitos alimentarios de otros países, dando entrada a alimentos propios de hábitos nutricionales de otros países, como es el caso de Francia, hecho que se ha ignorado con nuestros aceites vírgenes.

El autor del artículo es Catedrático Emérito de la Universidad de Córdoba. Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC)