La consecución de una Denominación de Origen Protegida (DOP) para el vinagre de Montilla-Moriles constituye, probablemente, el último gran logro colectivo para un sector -el del vino- falto de buenas noticias.

Ocurrió el 15 de enero del 2015, cuando el Diario Oficial de la Unión Europea publicaba la inclusión de la nueva DOP Vinagre de Montilla-Moriles en el Registro Europeo de Denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas Protegidas, un reconocimiento que ponía fin a años de gestiones que encabezó la propia Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural y que, en esencia, constituía un acto de justicia con un producto singular y de una calidad más que contrastada.

Y es que la nueva DOP Vinagre de Montilla-Moriles venía a avalar la calidad de los productos obtenidos a partir de la fermentación de vinos envejecidos en el marco vitivinícola cordobés. «Los de Montilla-Moriles se encuentran entre los vinos con Denominación de Origen más antiguos de España, pues su producción comenzó a estar protegida desde 1933, a partir del Estatuto de la Viña y el Vino de 1932», recordó el delegado territorial de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, Francisco Zurera, quien subrayó que el primer reglamento del marco data del año 1945.

Prácticamente desde entonces, bodegueros y cooperativistas de la comarca plantearon la necesidad de «certificar» la calidad de un vinagre que presenta una amplia gama de matices para satisfacer todos los gustos.

«Hay vinagres de añada, crianza, reserva, gran reserva, al Pedro Ximénez y al Moscatel», apuntó Francisco Zurera, quien insistió en que el vinagre de Montilla-Moriles es «un producto de excelencia, un alimento gourmet que, sin duda, va a estar presente en la alta gastronomía a nivel mundial».

No en vano, los sistemas de envejecimiento tradicionales empleados en la Campiña Sur cordobesa para la producción de sus vinos y vinagres confieren unas características peculiares al complejo aroma y sabor que presentan estos productos, santo y seña de la provincia de Córdoba.