«Doctor, yo quiero hablar con usted, por favor. La corná es fuerte, tiene dos trayectorias... una pacá y otra pallá. Abra lo que tenga que abrir y lo demás está en sus manos». Esas fueron las últimas palabras de Francisco Rivera Paquirri en Pozoblanco. Era el 26 de septiembre de 1984. Unos minutos antes, Avispado, de Sayalero y Bandrés, había herido de muerte al torero. La cornada provocó la rotura y el arrancamiento de la vena safena y la arteria femoral, causando un gran shock hemorrágico. A partir de ahí, un cúmulo de circunstancias: una enfermería con algunas limitaciones; un hospital ya construido pero aún cerrado; un traslado agónico por una serpenteante y deficiente carretera; una parada en Cerro Muriano para intentar restablecer a un moribundo que no alcanzaba el Reina Sofía; la llegada final al Hospital Militar en busca de una solución ya imposible… Paquirri había muerto.

El despliegue informativo de Diario CÓRDOBA fue extraordinario, lanzando incluso una edición especial aquella misma noche, que recogió tanto la tragedia ocurrida en la plaza como las primeras reacciones, los detalles sobre la vida personal y profesional de Paquirri, y un amplio reportaje gráfico. Aquel día se batió un récord histórico con cuatro tiradas con 51.300 ejemplares que también se vendieron en Sevilla. CÓRDOBA fue el primer periódico en ofrecer las instantáneas de la cogida mortal de Paquirri. La exclusiva había que atribuírsela al fotógrafo Antonio Castro Gallardo.

Para entonces, la conmoción se había apoderado de Córdoba, de todo el orbe taurino y de la sociedad española. Porque con la muerte de Paquirri no solo se perdía a un torero valiente y dominador, sino que también se decía adiós a Francisco Rivera, aquel que tantas páginas de la prensa rosa había ocupado con su vida sentimental, primero por su boda con Carmina Ordóñez y más tarde al contraer matrimonio con la tonadillera Isabel Pantoja. «Con Paquirri no ha muerto solo un torero, sino que ha enviudado la Pantoja; no se sabe qué es peor», se escribió en estas páginas tras el entierro en Sevilla.