Opinión | Al paso

¡Qué solos se quedan los muertos!

Antes, la última despedida era en casa. De las casas pasaron al tanatorio y de ahí a una sala acristalada llegando a veces a aislar herméticamente el ataúd, cerrando la posibilidad que reviva en 24 horas (como alguna vez ha pasado). Morir ha sufrido una metamorfosis que refleja lo que la sociedad ha cambiado para mal; aquellos valores hoy son pérdida de tiempo y nuestros fallecidos puro objeto. Nos conviene eso de que el cuerpo ya no es nada, pero no por creyentes, sino para no realizar esfuerzos que consideramos absurdos. Hace poco murió el ser querido de una persona que aprecio y fui a dar el pésame. Como venía de fuera llegué a las once de la noche. Busqué por las salas, pero no lo encontraba. Entonces pregunté al encargado: «Está, pero no hay nadie con él porque se han marchado a descansar y volverán por la mañana». Cuando dijo «descansar» me dio pena del muerto, tan solito porque su gente se había ido «a descansar». La profecía de Lorca más veraz que nunca: «¡Qué solos se quedan los muertos!». Y no me dio la gana de ser así y le recé. Sin miedo. Y si era verdad eso que dicen que los muertos están un rato viéndote desde el techo, el que tenía que tener miedo era él de verse solo y con un extraño. El conserje me dijo: «No se impresione, es lo normal. Aquí, salvo excepciones y los gitanos, todo el mundo se va y vuelve por la mañana. No es como antes que estaba esto abierto toda la noche para nada». «Para nada», esa expresión resumía todo. Me pregunté que cómo iban los jóvenes a interesarse por la filosofía o la historia cuando dejan solos a sus muertos el ultimo día. A este paso los entierros desaparecerán por incineraciones y los cementerios por bases de datos. Confundimos avance digital con deshumanización y eso tendrá consecuencias sociales nefastas.

*Abogado

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