Opinión | Tormenta de verano
Antología del beso
En tiempos convulsos abogamos por un mundo con más besos, que rompiera más barreras y fuera más habitable: los que más besan viven más y mejor
En tiempos convulsos no resulta de más la celebración del día internacional del beso, efemérides que apenas lleva una década con nosotros. No sabemos cuándo el ser humano comenzó a besar, aunque la primera documentación data de hace 4500 años en Mesopotamia y Egipto. Lamentamos mucho su ausencia en los tiempos duros de la pandemia aunque sus aportaciones a la salud son indiscutidas: reduce la presión arterial, disminuye el colesterol, alivia el estrés y el dolor o aumenta las endorfinas.
En Dubai o Malasia está sancionado besar en público. En la antigua Persia era común que los hombres se besaran, mientras que para los celtas era un acto medicinal. En la época medieval era impuro besar a una doncella. Y es que el valor del beso varía muchísimo según los contextos y culturas. Hay besos en la mano, de apenas tocar la mejilla por pura cortesía. También los amorosos y apasionados. Besos de encuentro y despedida, de estaciones y andenes. Según la geografía corpórea, los besos paternales en la frente, los familiares en la mejilla, los de pareja en la boca o en cualquier rincón de la piel. Besos de buenos días y buenas noches, cotidianos como el pan de cada día o extraordinarios de fin de semana. Besitos de postureo con la boca chica, y besazos a boca llena. Besos de tornillo y los besos de las abuelas. Besos íntimos, llenos de roce y caricia, y otros llenos de voracidad. Besos consentidos y robados.
Según culturas, hay besos sencillos, dobles o triples, como los billetes del metro, solos o combinados. Hay besos de récord como aquellos tailandeses que estuvieron pegados más de 58 horas seguidas. Besos de gratitud, o de traición como el de Judas a Jesús. Besos famosos, como la fotografía de Alfred Eisenstaedt del marinero a su pareja en Time Square con motivo de la victoria de EEUU sobre Japón en 1945; o la pintura El beso de Gustav Klimt; o la escultura de Rodin. O besos icónicos de película como Love Story o Casablanca. Sin olvidar pasodobles conocidos o la zarzuela de la leyenda del beso. Lo que no está en esta breve antología son los besos virtuales, que no saben igual. Un mundo con más besos rompería más barreras y sería más habitable. Dicen que los que más besan viven más y mejor. Practique y no se contenga.
+Abogado y mediador
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