La aparición de los programas de educación bilingüe ha provocado que se abra un debate en el ámbito educativo sobre la efectividad de enseñar y aprender una materia en un idioma diferente al materno o fijado como primer idioma. Ante esto, junto a las pocas evidencias científicas que puedan inclinar la balanza hacia uno u otro lado, la Universidad de Córdoba y la Pablo de Olavide de Sevilla se han unido en una investigación para intentar probar, o al menos arrojar algo de luz, la efectividad de este sistema de enseñanza bilingüe. Para ello, ambas universidades se han servido de un trabajo con estudiantes bilingües en francés en Andalucía, en el que se ha observado que estos alumnos mejoraban sus capacidades lingüísticas y sus habilidades dentro del terreno académico en general, como la discursiva, la argumental o la de enumeración, en comparación con el alumnado monolingüe. Estos programas, exitosos en varios países nórdicos y fomentados por la Comisión Europea, han conseguidos establecerse en el ámbito educativo español, sobre todo en las comunidades autónomas que no tienen una lengua propia, en materias como matemáticas o ciencias sociales en otro idioma, habitualmente inglés.

El equipo de investigación centrado en este estudio y compuesto por docentes universitarios y de enseñanzas medias puso su foco de atención en los alumnos que se habían formado durante doce años en Primaria y Secundaria con el francés como lengua de aprendizaje. A través de entrevistas a alumnos y profesores, calificaciones académicas y citas con responsables institucionales recopilaron una serie de datos sobre la evolución de estos alumnos. En el trabajo de campo se llegó a entrevistar a 22 alumnos y 28 profesores, cuyos resultados fueron alentadores. Los estudiantes que se habían formado en otras asignaturas con el francés como base llegaban a alcanzar un nivel igual o superior al B2 al final del Bachillerato (según el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas). Los resultados en sus pruebas de acceso a la universidad tenían una media de un 8,5 sobre 10, un total de dos puntos sobre la media. Además, al tener un contacto constante con la segunda lengua, los alumnos mejoraban también en su capacidad de razonamiento en francés, además de conseguir destrezas a la hora de narrar, enumerar o argumentar en este mismo idioma, observándose también estos progresos en su lengua materna, es decir, en castellano.

La adquisición de estas habilidades se debe al principio de interdependencia de las lenguas. El principio de interdependencia es similar a dos bloques de hielo que flotan en el océano. El primer idioma es el bloque mayor, junto al que se encuentra una masa menor, el segundo idioma. Ambos bloques son puntas de un mismo iceberg, en las que las habilidades adquiridas en un idioma son transferibles al otro en el nivel submarino. El estudio también ha mostrado que la metodología escogida por los docentes en francés era más participativa a sus homólogos en castellano y que, para alivio de estos, no había menos interés de los alumnos en el aprendizaje de la materia.