Ganado: cinco toros de Hermanos García Jiménez y tres -segundo, séptimo y octavo- de Peña de Francia, desiguales de presentación y juego. Los mejores, segundo, tercero, quinto, séptimo y octavo. Flojo y deslucido, el primero; rebrincado y justo también de fuerzas, el cuarto; sin fuelle alguno, el sexto.

José Antonio ‘Morante de la Puebla’: estocada habilidosa y dos descabellos (pitos); y estocada (dos orejas).

José María Manzanares: casi entera (oreja); y gran estocada (oreja).

Alejandro Talavante: dos pinchazos y estocada (oreja); y pinchazo, media y varios descabellos (ovación).

Andrés Roca Rey: estocada (oreja); y estocada (dos orejas).

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Una soberbia faena de Morante de la Puebla, plena de torería, inspiración y mucho duende, fue lo más destacado de la corrida de ocho toros que puso fin a la feria de León, en la que el peruano Roca Rey también impactó por su firme y valiente tauromaquia y Manzanares encandiló con su toreo elegante y templado, informa Efe.

Pero lo mejor, ya está dicho, fue la faena de Morante al quinto de corrida, un toro de dulce de Matilla al que el genio sevillano puso la plaza en pie con un variadísimo y arrebatado toreo de capote, en el que no faltaron cuatro faroles, verónicas a pies juntos, galleo del bu y otro por chicuelinas. La plaza, un manicomio de olés. La locura continuó cuando el genio sevillano cogió los palos para banderillear él mismo, tercio que saldó con nota altísima. Y lo que vino con la muleta fue ya el acabose. Toreo de seda, de fantasía, para paladear cada muleta. Cumbre. Delirio morantista en su máxima expresión, más aún cuando cayó la espada a la primera. Dos orejas sin discusión. Antes, en el que abrió plaza, un toro sin fuerza alguna.

Otro que enardeció los tendidos leoneses fue el peruano Roca Rey, que tras arrancar una oreja del rebrincado y complicado tercero, cuajó una soberbia faena al extraordinario octavo, al que llegaron a pedir hasta el indulto. Un toro con mucho fondo al que el joven limeño instrumentó una labor muy autoritaria, firme y valiente, y no exenta de toreo de altura en lo fundamental en series templadas, ligadas y encajadas por los dos pitones. Tras la estocada, las dos orejas cayeron a plomo.

El tercer triunfador de la tarde, aunque en tono menor a sus compañeros, fue Manzanares, que cortó una oreja de cada toro de su lote. Y fue en tono menor porque pudo estar mejor el alicantino, conformista con un segundo de corrida noble y repetidos al que toreó exclusivamente por el derecho en tandas elegantes, bonitas, pero a las que le faltaron mayor rotundidad.

La del sexto fue más trabajada, un toro sin clase que llegó a lanzarle por los aires de forma aparatosa. La estocada hasta la bola fue la que realmente le granjeó el trofeo.

Y Talavante también rayó a buen nivel, sobre todo en el tercero, un toro bravo, pronto y codicioso al que el extremeño le hizo de todo tanto con el capote como con la muleta. Tras un inicio de rodillas, lo brillante brotó al natural con un toreo desmayado, fresco, pleno de ambición. Pura magia talavantina que también brilló en los remates de serie. La plaza, patas abajo. Su mala espada le privó de redondear la tarde frente al buen séptimo, al que cuajó una faena interesante pero de más a menos.