El perfil del trasplantado y del donante de órganos ha cambiado mucho en los últimos años, de forma que, gracias a la mayor esperanza de vida y a los mejores tratamientos médicos, la edad media de los beneficiarios de un injerto y la de los donantes es más elevada. Hace 20 años esa edad media de los donantes en Córdoba era inferior a 40 años y en la actualidad se aproxima a los 60.

Cuando hace tres décadas, en 1988, José Antonio Luque Torres recibió un trasplante de médula ósea en el hospital Reina Sofía no era normal trasplantar a personas que como él tenían entonces 47 años. Y tampoco era habitual que su donante, su hermano Rafael Ángel, tuviera 43, ya que por aquel entonces donantes y receptores tenían que ser más jóvenes.

José Antonio, de 76 años, hijo de un prieguense y una cartagenera, es médico estomatólogo (aún en ejercicio). Recibió el trasplante de médula el 1 de julio de 1988, en 1990 se reincorporó a su trabajo, se casó de nuevo y a los tres hijos que ya tenía de antes sumó otras dos hijas, una médica anestesista y la otra enfermera. «Desde entonces he vivido con buena salud. El milagro del Reina Sofía lo llamo. Sentía el aliento de la muerte a mi alrededor, recé mucho para seguir vivo y los ángeles que lo hicieron posible tenían forma de médicos y enfermeras del gran hospital cordobés, en especial el que fue su jefe de Hematología Antonio Torres, el hematólogo Pedro Gómez o el doctor Martínez, entre otros profesionales. También guardo gran recuerdo de tantos cordobeses que me donaron entonces sangre y plaquetas para que pudiera sobrevivir hasta que la médula que me donó mi hermano empezó a cumplir su función», señala José Antonio.

«Un año antes del trasplante me habían diagnosticado un tipo de leucemia que entonces tenía una mínima supervivencia. En aquel tiempo el Reina Sofía era uno de los cuatro únicos hospitales de España que hacían injertos de médula y José Carreras se encontraba en Estados Unidos sometiéndose a un autotrasplante. El doctor Torres me dijo que si no me trasplantaba me quedaban menos de dos semanas de vida, pero que el porcentaje de éxito del trasplante era solo de un 15% porque yo tenía 47 años y mi hermano 43 y deberíamos haber tenido como mucho 35 y 25 años, respectivamente», relata,

«Antes del trasplante tuve que recibir radioterapia en Sevilla, porque aún no existía en Córdoba esta tecnología, y pedí por favor que me conservaran la fertilidad, lo que pudo lograrse gracias a que conmigo estrenaron un acelerador lineal. Después de la intervención pude tener a mis dos hijas. Recuerdo como el día del Carmen de 1988 el doctor Gómez entró en mi aislada habitación con flujo laminar del Reina Sofía y con una sonrisa me comunicó que mi cuerpo estaba generando hematíes, leucocitos y plaquetas jóvenes, que la médula funcionaba», resalta.

«Mi trasplante fue tan excepcional que el doctor Torres lo presentó en un congreso mundial en Londres, demostrando que los trasplantes de médula podían tener éxito aunque se superasen los límites de edad hasta entonces establecidos para el donante y receptor. Este hallazgo del Reina Sofía, del que me beneficié, ha permitido salvar miles de vidas a raíz de ese momento», destaca.