La adolescente paquistaní Malala Yousafzai y el presidente de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil, el indio Kailash Satyarthi, recogieron ayer en Oslo el premio Nobel de la Paz e hicieron un llamamiento a la movilización en defensa de los derechos de los niños y contra la explotación infantil. "¿Por qué los países que llamamos fuertes son tan poderosos cuando hay guerras, pero tan débiles para traer la paz? ¿Por qué dar armas es tan sencillo, pero dar libros tan duro?", se preguntó Malala, a sus 17 años la más joven en ganar este premio.

Satyarthi criticó la cultura del "silencio" y de la "pasividad" y defendió globalizar la "compasión transformadora" para impulsar otra marcha mundial contra la explotación y la pobreza infantil. Los premiados lanzaron un mensaje a favor de la tolerancia religiosa y cultural, abogando por la coexistencia entre distintas creencias y poniéndose como ejemplo para que sus países abandonen las disputas políticas en que llevan envueltos desde hace décadas.

Así, mientras Malala confesó su alegría porque ambos muestren al mundo "que un indio y una paquistaní pueden estar unidos en paz y trabajar juntos por los derechos de los niños", Satyarthi se deshizo en elogios hacia la que llamó su "hija", tomó prestadas palabras de Jesucristo, Ghandi y el Corán, y recitó un mantra hindú.

"Una joven y un hombre más viejo, una de Pakistán y el otro de la India, una musulmana y el otro hindú; símbolos de lo que necesita el mundo: más unidad. ¡Fraternidad entre las naciones!", dijo el líder del Comité Nobel noruego, Thorbjºrn Jagland, en la intervención que abrió la ceremonia, antes del agitado acto de entrega del premio.

Cuando Malala y Satyarthi posaban en el estrado con la medalla y el diploma conmemorativos del Nobel, un joven logró acercarse a ellos portando una bandera mexicana y, según el canal noruego TV2, le pidió a la adolescente paquistaní que no "olvidase" a México. El hombre es un estudiante mexicano que había solicitado asilo político, informó la Policía de este país escandinavo, que lo retuvo para interrogarlo.

Malala dedicó buena parte del suyo a recordar el tiroteo que sufrió hace dos años por parte de los talibanes en Pakistán por defender la educación femenina, un suceso que la convirtió en un fenómeno de alcance mundial. "Tenía dos opciones, una era quedarme en silencio y esperar a que me mataran. La otra era hablar y luego que me mataran. Elegí la segunda", dijo la joven, resaltando que su historia no es única, sino la de "muchas chicas", como las cinco amigas que invitó a la ceremonia, incluidas dos supervivientes del tiroteo.