Hasta el obispo, Demetrio Fernández, se sorprendía ayer del corazón que ponían los hermanos de La Estrella y el barrio de Huerta de la Reina en la salida de la hermandad. Y es que el prelado había acudido, como tantos muchos, a ver cómo tras la obra a contrarreloj se abrían las puertas de la iglesia reconfigurada y por primera vez partían directamente del templo de San Fernando los dos pasos. Fue una estación de penitencia vivida con pasión bajo un sol de justicia, que a duras penas se aguantaba a primera hora de la tarde. De entrada, la baja más visible, y ya no por el calor, fue la de una figura de un romano que comenzó a oscilar en el Campo de la Merced con las chicotás. Fue desmontada y dejada en custodia en la Diputación. Luego, la hermandad recuperó el tiempo perdido y todo quedó en una anécdota, eso sí, costosa por su futura reparación. La música, santo y seña de la hermandad, ayudó a olvidar el incidente, que para algo ayer cumplía 25 años la Agrupación Musical de la Redención (tocó al misterio) y 10 la banda de La Estrella, que acompañó a un palio exornado por flores de color rosa. Por supuesto, el regreso al barrio fue una fiesta popular, aunque faltara un díscolo romano. El se lo perdió.