Cuando en mayo de 2011 vimos a los Mossos expulsando a los indignados de la Plaza de Catalunya me indigné yo también, entre la perplejidad, la rabia y el desprecio por esa brutalidad. Escribí. Hubo más escándalos por agresiones de los Mossos: recuerdo al empresario del Raval muerto a porrazos en el vídeo casero de un vecino que se hizo viral. Lo machacaron a golpes, pero no fue nada distinto a lo que se había visto antes en la Plaza de Catalunya. Una salvajada que se olvidó el 1 de octubre, cuando el separatismo se colgó una bandera más: el pacifismo de los Mossos y la violencia asesina del Estado centralista opresor. Pero alguien recordó que en 2012, aún conmocionados por aquellas palizas televisadas, mucho más duras que lo visto ahora, Jordi Évole grabó un reportaje para Salvados con Sergi Pla, al mando de la Brigada Móvil, los antidisturbios de los Mossos. «¿Pero la resistencia pacífica qué es? Resistirse no es pacífico». Lo pacífico, para Pla, «es que si te dicen oye levántate y vete, que te tienes que ir, te levantes y te vayas». Luego, preguntado por los indignados, hoy carne y espíritu de la CUP, se explayó: «Yo les tengo que sacar de ahí. ¿Y cómo les saco? ¿Hablando? Intento arrancar cebollas». O sea: coger del pelo a los manifestantes sentados y arrastrarlos. «Los teníamos que sacar. Si no quieres que te pase nada en una manifestación violenta, no estés. Lo que te pase tienes que asumirlo». Ahí queda eso. Ahora venga a lloriquear los Mossos el domingo, abrazados a sus compatriotas. ¿No lo eran también los del 15-M, los indignados a los que en 2011 abrieron la cabeza bajo las órdenes de Felipe Puig y Artur Mas? Una de las claves del Estado de Derecho es que todos nos podamos conducir bajo las mismas normas. Eso es el imperio de la ley. Pero cuando no quieres un criterio igualitario te inventas tus propias excepciones. Condeno la violencia, pero aún más el Estado permanente de mentira oficial en que algunos quieren hacernos vivir.

* Escritor