Exageraba hace poco diciéndole a mi amigo Abilio que la política de partido (que no la política en sí), me aburre por lo previsible. En el 95% de las ocasiones, si me anuncian el tema de lo que se va a hablar en una rueda de prensa, sé lo que me van a contar ya sea el PP, el PSOE, Podemos, IU, Ciudadanos... Basta saber cual es el argumento que ha dado el líder nacional sobre el asunto horas, días o semanas antes y un periodista hasta podría escribir la rueda de prensa sin haberse realizado porque nadie se va a salir del guión lo más mínimo.

Pero frente al tedio de lo previsible, he de reconocer también que a veces hasta me parecen cómicas algunas cuestiones políticas, si no fuera porque se habla de asuntos que la gente vive con tanto dolor. Por ejemplo, con las valoraciones cuando salen las cifras del paro. Un cachondeo si no tuviera ni la más mínima gracia para el desempleado.

Así, el Gobierno de la nación ha recordado que los pésimos datos de agosto del INE son debidos a que «como enero, tradicionalmente es un mes malo para el empleo». Ya ven: agosto, laboralmente, es un mes, digamos... socialista, cuando no un mes podemita tirando a venezolano. Cosa que no ocurría en julio, en donde aumentó las contrataciones (claro, con las playas repletas de contratos temporales) y el éxito fue solo y exclusivamente de las buenas políticas de empleo del Gobierno. Pero otro tanto se puede decir, por ejemplo, de la Junta cuando Andalucía, para lo bueno y para lo malo y por pura lógica de su mayor población, lidera los rankings de comunidades autónomas en creación o destruccción de empleo, según vaya el mes.

No sé cómo los anarquistas CNT y CGT, cuando tras unas elecciones generales aún no se ha formado gobierno, no aprovechan y se adjudican el mérito de las veces que baja el desempleo. En su derecho estarían. Andarán en otras cosas.