Jamás se me habría ocurrido pensar que la gentuza que quemó los tres coches de la Guardia Civil junto a la consellería de Economía de la Generalitat representa a Cataluña. Ni siquiera cuando vi los reportajes, con esos rostros encendidos por la impunidad de la más alta ocasión que verán en sus vidas, fotografiándose a sí mismos sobre las cenizas de unos coches que pagamos entre todos, espolvoreados de basura, inmortalizándose en la comisión del delito, con ese populacho alrededor jaleando a los fotografiados y al escenario de devastación, pensé que esos catalanes, independentistas y pirómanos, representaran ni a todos los independentistas ni a todos los catalanes. Sin embargo, aparecen unas imágenes de unos coches policiales saliendo de una comisaría de Huelva con destino a Barcelona, con menos de un centenar de bestias pardas gritando «A por ellos», como si Cataluña fuera un enemigo al que hay que arrasar, y el mensaje se vuelve contra todos nosotros: porque España es eso, porque el estado centralista opresor es eso, porque somos todos unos camorristas de «A por ellos, oé», y por eso Cataluña hace muy bien en querer independizarse de esta barbarie nuestra de cada día. Nuestra nueva izquierda de pensamiento débil y cortesía mamporrera con quien nos quiere desmembrar ya se ha apresurado a condenar estas burradas propias de la extrema derecha, con Iglesias y Garzón a la cabeza de la lucha antifascista. Y bien condenadas están. Ni ochenta ni cuatro pirados con bandera en la mano, sea la bandera que sea, nos representan. ¿Dónde estábais, guardianes de la democracia, cuando se quemaban los coches de la Guardia Civil? Pidiendo diálogo en The Guardian, como Ada Colau. Bien por el diálogo. Pero si criticáis a ochenta payasos por gritar «A por ellos», ya podríais haberos pronunciado contra el intento de linchamiento a los guardias civiles que salieron escoltados de la consellería de Economía. Sin embargo, callasteis, porque eran de los vuestros.

* Escritor