La poesía --que no es poesía porque todo es poesía menos la poesía, según el Premio Cervantes chileno Nicanor Parra-- pone de acuerdo a los políticos. Queremos decir que en la cultura hay menos rifirrafes que con el metrotren o con el Palacio de Congresos. Al menos hasta que llegó Sánchez Dragó a la iglesia de la Magdalena para intervenir en Cosmopoética. Según el grupo municipal de Ganemos Córdoba todo puede ser poesía menos el provocador autor de Gárgoris y Habidis porque "hace apología de la violencia machista y de la pederastia en sus escritos". En otro apartado, menos procaz, también están de acuerdo en que todo es poesía menos la poesía de Cosmopoética --porque faltan ellos-- los culturetas ignorados, aquellos vates locales que se autovaloran por encima de presupuestos y riguroso orden de lista institucional para que al cabo del tiempo todos tengan el diploma de participación en tan ilustre evento. Otros pensarán que todo es poesía --sobre todo los versos de Machado y Lorca-- menos la poesía de estos jóvenes airados de riguroso negro que escribiendo una palabra en cada línea creen que han construido-deconstruido-edificado el novísimo edificio que albergará la lírica del futuro. Hay quienes opinan que todo es poesía menos ese acercamiento casi indecente a las sacristías del poder de autores subvencionados que consiguen, con su "arte", atiborrarse pantagruélicamente de todo lo presupuestado dejando inéditos al resto de autores por agotamiento de partida. Todo es poesía menos la poesía de los poetas que se arrodillan ante los poderosos, venden sus versos por sentarse en una mesa redonda y creen que su palabra es la ley y que con ellos ha llegado el culmen de la belleza. Todo es poesía menos la poesía de los pobres ilusos que un día intercambiaron intermitentes apariciones en prensa por buenas referencias en jurados de premios. Todo es poesía, como la Noche Blanca del Flamenco, que ha conseguido que las distintas formas de concebir el poder se pongan de acuerdo en mantener su embrujo a pesar de su casi saturación; lo mismo que ocurre con las verbenas populares y los cines de verano, que de junio a octubre hacen del calor una metáfora; con el Mercado Romano o Medieval, que construye imágenes que se puedan paladear; con la Semana Santa, que convierte en belleza el desamparo de la humanidad; con los patios, el espacio donde la ciencia exacta archiva la hermosura; con la Fuensanta, una velá con alma de pueblo e imagen de caimán; y con Eutopía, que mantiene su sello de eterna juventud creadora. Todo es poesía menos lo que no tiene que ser poesía.