Julio Anguita decía en La Sexta que echaba en falta un debate y un acuerdo sobre el tipo de república que queremos, o que podríamos querer todos. Que no basta salir a pasear la bandera de la Segunda, sino que hay que sentarse a encontrar acuerdos para constituir una tercera república independiente de los partidos y que no sea sólo la república de las izquierdas. Negó que haya que constituir un frente de izquierdas en este asunto, sino que habría que poner en común propuestas de todos. De no hacer caso, es de prever que la mayoría del país seguirá viendo a la república como una cosa de exaltados obsesionados por ganar la guerra civil setenta y cinco años después, una república que no atrae a gran parte de las clases medias, la mayoría silenciosa, moderada, que con su voto oculto o menos cacareado es la que quita y pone gobiernos. Porque no parece que propongan una III República democrática y abierta a todos, sino una recuperación sectaria de lo que fue la Segunda. Se equivocan. La República, o es de todos sin distinción, como dice Anguita, y eso deben explicarlo muy bien los que ahora ponen tanto color en las calles, o en las próximas generales muchos, presa del pánico, van a votar en masa de nuevo a los dos grandes, y esto no deja de ser una lástima porque los nuevos aires siempre son buenos, pero para que ilusionen, al menos en un país occidental, en una democracia liberal inmersa en un entorno geopolítico como el nuestro, que a pesar de todo es el mejor de los mundos donde uno puede vivir, la cosa ya no funciona, en el siglo XXI, con sacar los demonios nacionales a la calle.

* Profesor