El PSOE de toda la vida se ha empezado a tomar en serio a Pedro Sánchez. Han tardado en reaccionar, entre otras cosas porque como ya dijimos en ésta, la salida de Patxi López a la palestra era una jugada del sanchismo para dividir el voto de Susana Díaz y el sector socialista de siempre no lo entendió así. Pero en este tipo de lides los errores se pagan y la salida tardía de Susana al ruedo le ha dado a Sánchez la oportunidad de ejercer de pater comunitatis, con ese tono condescendiente y paternal con el que le ha brindado la bienvenida a Díaz a la batalla por la secretaría general. Susana ha ido a la retranca. Y si algo ha dejado claro en su vacilación a presentarse no es que dominara los tiempos políticos como Rajoy, sino que le preocupaba más no quemarse como política y jugar sobre seguro. A día de hoy en el PSOE no hay seguro nada, excepto que Sánchez sigue siendo mucho Sánchez. El radicalismo de izquierdas está de moda. Una moda peligrosa, pues en política las modas que no tienen en cuenta los errores de la historia se tornan en realidades aciagas. Pero como para en todo en política se necesita un líder. Y Susana no tiene todos los mimbres de un líder que represente a nivel nacional a los socialista pues su progreso en política más que a su caletre y audacia se ha debido al apadrinamiento y protectorado de sus jefes, Chaves, Griñán, Viera y Monteseirín, que por cierto todos se han visto en algún momento imputados. La audacia que a Díaz le falta a Sánchez le sobra, y como decía el filósofo la audacia da saltos mientras la constancia camina. Aunque ni siquiera es constancia lo de Díaz, sino esa disciplina de partido y jerarquía que provee subir en el escalafón cuando uno ha pasado por todas las escalas. No así Sánchéz que el mismo se ha proclamado rey, con su caballo Patxi. Solo faltaba la sota. Esto es, Díaz. Aunque ya se sabe lo que vale cada carta en una partida.

* Mediador y coach