En un cuento de Italo Calvino, creo recordar, el partisano comunista pasa junto al cura de su pueblo, y sin embargo amigo, y le espeta: "padre, deje de creer en dios, no se ha enterado que ha muerto", y el cura le responde: "Tráeme a ese dios que yo lo reviviré". Me viene a la memoria este diálogo al leer unas declaraciones del primer ministro socialista (?) francés, Manuel Valls, en las que apuesta por el abandono del término socialista de la imaginería y el ideario de la socialdemocracia porque "hay que acabar con la izquierda anticuada".

Cree este político que la izquierda crecerá si se desprende de aquello que le identifica como tal. Y cualquier persona sensata, que no esté dentro de esa noria cada día más seca de ideas, pasión política y compromiso con los débiles que es hoy la socialdemocracia europea, pensará que lo que deberían hacer los hijos de la rosa es justamente lo contrario: revitalizar el socialismo como el cura siciliano reclamó hacer con su dios moribundo.

Sostiene Tony Judt --prácticamente el único pensador socialdemócrata que aún respeta este mundo codicioso-- que la derecha sin adjetivos, o sea la clásica, la dura, derrotó al comunismo soviético con el hacha implacable de sus añejas ideas y que, con esas mismas armas, encañona desde hace años al socialismo democrático europeo advirtiéndole: "O te rindes o te entierro". No pocos socialistas están por rendirse, o ya lo han hecho. Valls parece ser uno de ellos. ¿Y los españoles?

Aquí estos debates incomodan. De momento, nada ha dicho Pedro Sánchez, pero ha habido adelantados que rechazan el abandono del término socialista, al tiempo que proclaman bien alto que en los genes del PSOE habita un reformismo permanente, una adaptabilidad a los tiempos o "ponerse al día", como dice la líder andaluza, Susana Díaz, inquebrantable. Claro que Judt no se queda aquí. Como estudioso y pensador comprometido que fue, sostiene que quizás la única posibilidad que tiene la socialdemocracia hoy de sobrevivir es defendiendo con el mismo ardor que hizo la derecha (Thatcher, Reagan y Aznar aquí) sus viejas ideas de justicia, igualdad y solidaridad junto con la defensa de Estados con el músculo suficiente como para que sus instituciones sean capaces de hacer cumplir lo que reclaman sus ciudadanos.

Pero todo parece indicar que los antiguos partidos socialistas están muy agotados como para poder emprender esta batalla de largo aliento e incierto resultado. Pero otros lo intentarán de cualquier forma porque, con o sin socialistas, las preguntas siguen siendo las mismas y las respuestas nunca llegan.

* Periodista