No sabemos si en la construcción del Puente Romano, de la Mezquita y en las obras de Medina Azahara los cordobeses de la época discutieron tanto que al final se ejecutó el proyecto menos pensado. Esperemos que eso no ocurra con la antigua Escuela de Magisterio del Sector Sur, un edificio que pretende ser enseña de la ciudad en la otra orilla. Acostumbrados estamos a lo contrario. ¿Qué fisonomía tendría ahora Córdoba de no haber consumido tiempo y dinero en discusiones tirando para bizantinas en las que al final se impusieron criterios dudosos o hechos consumados como la falta de liquidez? Koolhaas resurge en Europa con el estreno en Rotterdam de un conjunto de tres torres cosidas en las alturas mientras que su memoria yace enterrada en Miraflores donde ahora discuten ecologistas y revisionistas la conveniencia o no de un río diáfano o tupido de vegetación en ese mismo lugar donde el Puente de Calatrava no consiguió pasar de maqueta. ¿Qué hubiese sido de la perspectiva urbana de una ciudad que recibiría al viajero llegado del Sur con un ojo, el del Califa, en forma de atrevimiento arquitectónico en el que la modernidad trataba de hacer borrón y cuenta nueva con el rasero de las alturas, esa forma de medir que igualaba laicidad y religión? Pero la ciudad seguía demasiado atada a sus leyendas como para consentir que hubiera otra rebelión en las alturas, que eso ya se había resuelto con Luzbel condenado al averno una vez despojado de su condición de arcángel, que en Córdoba ostenta San Rafael desde lo más alto de la torre de la Catedral. El arquitecto Ferrater desconocía que las alturas de esta ciudad tenían un límite, por ahora no sobrepasado. Tampoco sabemos qué estética dominará las espaldas de la Calahorra en un futuro, ni si Miguelito seguirá siendo el reclamo gastronómico al otro lado del río. Lo mismo que no sabemos si la Diputación seguirá costeando la dependencia o recurrirá a los juzgados si la Junta no le paga lo que le adeuda porque las distintas perspectivas de la vida (y el arte) han entrado en un terreno peligroso: los tuyos y los míos. Si en un principio fue la discusión por las perspectivas de otra ciudad posible, y luego el desencuentro de tus calles y las mías, llevar las diferencias partidistas a los enfermos puede conducir a una senda cruel y sin compasión. Esperemos que el sentido común no le ponga límites ni a las "alturas" que deben tener los políticos en su toma de decisiones ni a las del edificio de la antigua Escuela de Magisterio, que debería ser un símbolo sin banderías.