Córdoba lleva su belleza como una cruz. A pesar de no disponer de palacio de congresos ni de centro de convenciones, no deja de atraer miradas que luego tienen que dirigirse a Sevilla, Málaga o Granada.

Córdoba está impregnada de luz. Por más que no disponga de esas instalaciones, los organizadores de congresos oyen su voz y solo la ven a ella. Pero tapada, como está, por tela deslucida no pueden sus pretendientes permanecer reunidos en ningún predio cercano.

La gracia de Córdoba atrae e intimida por eso a las agencias, dedicadas a organizar convenciones, a pesar de sus impaciencia, esperan y luego renuncian a venir a ella.

Aunque la asedien no dispondrá de un palacio de congresos ni de un lugar para ferias de empresas .

Córdoba tiene escribanos, chambelán, secretarios, tesorero, confidentes que informan de los deseos de venir a visitarla durante un par de días pero no puede recibir dignatarios culturales en sus aposentos.

Si hubiese seguido el consejo de la razón sin duda habría evitado el rechazo de tan elevado número de pretendientes. De haber dispuesto de palacio viviría según su rango y ningún refrán habría reavivado el recuerdo de su solitaria y lejana belleza .

Las primaveras de la Córdoba de Congresos se han convertido en inviernos. Es ciudad sin pretensión, de tazas vacías, promesa de silencios. Hablar de nuestro palacio de congresos es un modo de matar nuestro aburrimiento.

Testigo he sido de la imposibilidad de fijar a más de trescientas personas en nuestra Córdoba a pesar de los ingentes esfuerzos.

* Catedrático emérito de la UCO