Qué silencio sin fin lo envuelve! ¡Está tan cansado de vivir! Ha sido otra larga noche, que perdura con su solitaria oscuridad. El amanecer desteje nieblas entre las ramas apagadas de los setos. ¡Cuánto debe de sufrir una niebla al ser desgarrada por arbustos sin amor! Espinas y ramaje: cristal de témpanos; cuchillas que hasta el aire hieren. La tierra es parda bajo los arriates. Se hunde y hunde en un abismo de vacío. Un perro abandonado. Corre sin encontrarse nunca. También es niebla su aliento. Se pierde. En la fuente muere un agua gris. Calla, tiembla; tirita de hielos y de mármol. Los árboles muestran en sus manos desnudas el dolor de nidos deshabitados. Los arriates pudren hojas secas. Los bancos se estremecen sin cobijo. Cae un viento helado; agita un murmullo entre los setos; se aleja; no encuentra descanso. Vuelve, corta, gime; desaparece. Va y viene un recuerdo que murió. Las ramas se buscan; no consiguen tocarse; no tienen nada para proteger su desnudo grito de savia congelada. Nadie lo oirá nunca. La madrugada llora escarcha en los troncos. Huellas en la tierra mojada. Pero no viene nadie. ¡Nunca viene nadie! El perro se asusta de sí mismo. Se va sin fin. Basuras y penumbra. El tiempo no existe; está tan aterido, que parece que el amanecer no vendrá jamás. O es que anochece para siempre. ¡Esta soledad más sola que la nada! Un ciprés se agrupa en el miedo a la bruma que lo ahoga. Los naranjos tienen dolor de plomo. Piedra y yedra. Se ha vuelto amarilla. Un sendero. No lleva a nadie. Mueren todos los pasos. Otro sendero. No viene nadie. Siempre vueltas de niebla. ¡Tanta herrumbre! ¡Tanta nada! Un banco se vence carcomido; gotea desolación. Lágrimas con las que el invierno crece y extiende más silencio. Oscuridad y miedo; muchos miedos a vivir y a morir, a ser y no ser. Muy al fondo de la tierra, latidos. Un algo inmenso que inverna. Se sepultó sintiéndose muerto. Pero su corazón late; muy apagado, muy lento, pero late. Nadie lo escucha, pero no se detiene. Es el misterio del eterno amor al infinito, más allá del sufrimiento de vivir; es la esperanza, pobre nube desmadejada siempre; siempre a punto de evaporarse, siempre a punto de perderse, pero sostenida por sí misma. Es la vida, que, a pesar del vértigo de su dolor, ama y vuelve.

* Escritor