A orden de semáforo los peatones reanudan su marcha. Una joven china, uniformada de china, apura una manzana mientras camina. Se cruza invisible a la mirada de dos jóvenes alemanes con pinta de Erasmus, bienalimentados y biendesarollados, que no menos le sacan tres cuartas y que hablan entre risas en ese tono elevado propio de la aspereza de su idioma y la prepotencia que les imprime su origen. Desde otra dirección, o como está de moda decir ahora, transversalmente, un rumano casi adolescente y padre de familia pedalea su bicicleta ajeno, cansino y cabizbajo tirando de una especie de remolque cargado hasta las trancas de restos metálicos, que alguna vez pudieron ser elementos de tecnología punta, sujetados por una joven y embarazada compañera. Haciendo corro en la acera opuesta un grupo variado de jóvenes de la tierra, totalmente "a su bola", ríen y bromean entre empujones como si no hubiese nadie más a su alrededor. Un cliché posible de la variopinta, globalizada y multicultural imagen urbana que nos rodea.

De toda la escena lo más llamativo es eso que ya he mencionado, la invisibilidad de unos respecto a otros. Todos jóvenes y todos invisibles para todos. Cada uno viviendo su mundo y esquivando el tránsito de otros "bultos" que, catalogados de un vistazo como "diferentes conocidos", no merecen más atención. Lo normal.

Usualmente vemos con interés las subjetividades que compartimos y dejamos en la penumbra, o directamente invisibilizamos, a aquellos sujetos que no participan de nuestra propia realidad. Cada grupo social que más o menos comparte unos mismos estímulos, realiza su particular construcción social del espacio urbano para cada momento. Un lugar concreto de la ciudad se convierte en un espacio multidimensional que depende de la experiencia que sobre ese lugar tenga cada grupo. Un ejemplo, llegamos en hora punta a las Tendillas y vemos turistas, estudiantes, comerciantes, pensionistas, mendigos, policías, trabajadores, etc., ¿cómo perciben la realidad de la plaza cada uno de estos grupos? ¿qué símbolos son relevantes para cada uno de ellos y cuáles irrelevantes? ¿qué ve cada uno? En este sentido, algunos geógrafos sociales han destacado la importancia de los acuerdos sucesivos que establecen la gente afín en contextos concretos, es decir, los lugares son construidos socialmente por el acuerdo simbólico y recíproco entre los pertenecientes a un grupo y los lugares para un momento dado. Puede que en ese momento los pensionistas la acuerden animada, los jóvenes aburrida, los policías tranquila, los turistas recelen- No es que vean una misma realidad desde distintos intereses o circunstancias, ven distintas realidades. La misma plaza se convierte en el escenario de una coreografía de realidades simultáneas. Distintos actores interactuando en un aquí y ahora para dar sentido a un mundo transubjetivo. Un mismo lugar y en el mismo momento puede ser cualificado como seguro o peligroso, elitista o popular, tranquilo o animado, apropiado o inapropiado- dependiendo del imaginario urbano que lo cualifique. Sin embargo, somos testigos de que la ciudad se modifica con el paso del tiempo. Las subjetividades mayoritarias coincidentes en un criterio concreto pueden imponer su peso a la hora de ejecutar o no actuaciones materiales desde una concepción. Así, y muchas veces sin saber por qué, una zona cualquiera de la ciudad se llega a concebir mayoritariamente como lúdica, negocios, comercial, turística, y- también, marginal, abandonada o, lo que es peor, invisible. Es difícil decir si el Guadalquivir pasa, atraviesa o divide la ciudad. Siguiendo con lo anterior diría que depende de la subjetividad de cada uno. Recientemente, por cuestiones que así lo han exigido, he tenido la oportunidad y el tiempo de conocer mejor esa zona de Córdoba que queda en su orilla sur, y debo reconocer que mi percepción sobre ella ha cambiado sustancialmente. Antes pensaba que el Guadalquivir pasaba por Córdoba porque era yo, habitante del lado norte, quien apenas percibía su otra orilla. Ahora creo que la divide, y me niego a prescindir de ésta otra orilla. Cristóbal, María del Carmen, Rafael, Mayte- han pasado a formar parte de mi realidad. Después de toda una vida en esta ciudad no ha sido hasta ahora cuando he conocido un barrio y unos cordobeses que no se merecen desde ningún punto de vista la consideración de estar al otro lado. De ser invisibles para ninguno de sus paisanos.

* Antropólogo