No estoy de acuerdo con la diferenciación entre refugiados políticos y emigrantes económicos, en el sentido que le han dado Cameron y Rajoy. Comprendo la diferencia semántica y jurídica entre los términos, pero no puedo compartir la humanitaria. Especialmente, si pensamos en el origen similar del movimiento migratorio. Dice Mariano Rajoy, y me parecería bien si fuera cierto, que España no va a negar el derecho de asilo a nadie, mientras se muestra bastante más restrictivo --toda Europa es lo mismo-- con la inmigración económica. Vemos, entonces, que si alguien viene de una guerra se le abrirán las fronteras --aunque tampoco es verdad: véase la trinchera policial y salvaje que se vive en Hungría--; sin embargo, si llega de la pobreza más brutal, no tendrá el mismo trato. Aquí es donde se produce la vergüenza histórica y social, la indignidad que vivimos. Que pregunten a la gente que trata de escalar el muro de Melilla ni no huye también de otra metralla, si puede asimilarse como un estado pacífico ver morir a tus hijos porque solamente hemos dejado, nosotros, la acaudalada, la explotadora Europa, un puñado de arroz para todo el poblado. Porque la miseria y el miedo que han impulsado a los refugiados de Siria no están tan alejados del horror conocido en el corazón de Africa. Y hay millones de niños transparentes muriendo cada día en un mar de desierto. Pero no tendrán foto, ni los queremos ver. Guerra también es ver morir de hambre y sed a los que amas. Y nadar y arañar la arena de la playa acaba siendo un acto de defensa. Todos vienen de la desesperación. Y también de la guerra.

* Escritor