Durante toda la semana hemos sostenido un debate nacional sobre el ganar y el perder, en referencia a la lucha fratricida y a cara de perro que están librando los socialistas. ¿Quién ganó en el debate? ¿Quién lo perdió? ¿Quién suma más avales? ¿Quién tiene más militantes leales? ¿Quién saldrá esta noche al balcón? ¿Quién reirá hoy? ¿Quién llorará mañana? Esta noche lo sabremos. Todas las televisiones, tertulias, redes sociales y canales de opinión se han empleado a fondo en vislumbrar quién será el ganador, quién vencerá. Lo que demuestra que los perdedores solo quedan bien para la literatura, en las novelas -de «La conjura de los necios» a «Los santos inocentes»- fuera de la ficción nadie quiere ser derrotado. Tantos dimes y diretes a cuentas de este duelo al sol de mayo, que a Rajoy broncea y a los socialistas achicharra, me hace recordar aquellos rústicos juegos al «ganapierde», que no tardarán en resucitar en cualquiera de los ayuntamientos donde tanto gustan de la revitalización del folclorismo y los juegos de aceituneros. Esto que les digo del ‘ganapierde’ consistía en una carrera de burros (entiéndase asnos, acémilas o rucios; nadie vea doble intención) con su dueño encima, que emprendían una carrerilla por las calles del pueblo y cuyo ganador era el último en llegar a la meta. El mundo al revés. Todo un desafío. Mi abuelo, de profesión herrador de caballerías y un cachondo impertinente, según las leyendas que se cuentan, tenía para sí el mérito de figurar en la historia de Villanueva por haber ganado una de estas peregrinas competiciones al ‘ganapierde’ a principios de siglo. Y a fe mía que así fue, pues un cronista local lo puso en negro sobre blanco en una revista de feria hace un par de años. Lo que hubiera dado por verlo alguno de sus hijos, mi madre que me lo contó, ahora que la letra impresa refrenda el chascarrillo que contaba el abuelo y pocos creían. Lo que no se dice es que, como diestro herrador que era, hizo a conciencia mal su trabajo para que el borrico en liza no pudiera caminar con los zapatos que le calzó. O sea, dañaba al burro a condición de ganar perdiendo. Una barbaridad vista desde el buenismo animalista de hoy, pero cabal metáfora de lo que vive el PSOE. Por eso no deja de sorprenderme esta obsesión de querer ganar o perder en un país como España, donde se ha perdido y ganado en muchas cosas y muchas veces. Un país donde ni los vencedores ni los vencidos se han caracterizado por saber encajar la victoria o la derrota. Para ganar o perder hay que tener grandeza, y eso honra al ganador y al perdedor por igual. Siendo esto lo que debemos exigir a unos y a otros. Menos egoísmo y más pensar en los demás. Más generosidad y más grandeza.

* Periodista