Ni envidioso ni envidiado forja hoy los eslabones de su biografía en una ciudad meridional uno de nuestros contemporáneos de vida más armónica y saberes reservados a los espíritus de su preciada estirpe que sea dable encontrar en una humanidad como la española, aún no estragada por completo por la uniformidad y grisaciedad del modelo imperante en las sociedades postindustriales. Pieza clave de la Administración de un centro perteneciente a una de las facetas más controvertidas y trascendentes de cualquier colectividad moderna, envidiable padre de familia y ciudadano ejemplar en sus comportamientos y actitudes, es un lúcido e incomparable testigo de los humores y talantes, virtudes y vicios de nuestro tiempo.

Quizás debido a una existencia reducida en exceso a la posición de espectador, este coetáneo, que viera la luz en un bello pueblo del inicio del Bajo Guadalquivir con un coeficiente atosigante de talento y sensibilidad entre sus gentes de toda condición, ha atesorado un caudal en verdad descollante de conocimientos de la más variada índole acerca de la aventura humana, en sus jalones pretéritos y presentes. Su reposada conversación constituye para su colocutor un surtidor inagotable e incesable de buidas reflexiones y fruitivas acotaciones acerca de los acontecimientos del día en sus mil y una dimensiones -deportivas, bibliográficas, educativas, costumbristas y..., en último, pero que muy en último lugar --por deseo y axiología-- políticas, así locales --rara vez-- como nacionales e internacionales. Y todo tiene marca propia. No hay en su reposada charla eco alguno de la opinión dominante, esto es, de la emanada de los círculos tertulianos y mediáticos con influencia despótica en la agenda y declaraciones de las elites dirigentes. Bien que, como es obvio, la materia sea la misma, no sale de sus prudentes y sofrenados labios palabra alguna que no responda a elaboración propia. Al apostillar algunas boutades a un ecologismo por él verdaderamente entrañado, al glosar ciertos titulares llamativos de los periódicos regionales o nacionales, al comentar novelas o ensayos de fecha reciente, al escoliar, en fin, textos y discursos del Parlamento madrileño o de los autonómicos, sus puntos de vista son de ordinario de profunda originalidad y siempre, siempre enjundiosos y dignos de una detenida consideración posterior.

Y así día tras día y año tras año -sobrepasa por poco ya la cincuentena...- enriquece sin él saberlo, ni menos aún proponérselo, el estrecho círculo de sus amistades masculinas y femeninas. Pues conviene también subrayarlo en orden a su adecuado perfil y una ojalá, pero muy improbable, etopeya futura inserta en la galaxia Gütenberg -por él tan insuperablemente coordinada y conectada con las de reciente impronta--, la amistad es extremo axial de su pensamiento y conducta. Anclada en una concepción humanista no se encuentra nunca a merced de los vientos tan característicos de la convivencia presente. Su búsqueda y entrega son en su vivir cuotidiano tan recatadas como escasas, como corresponde a materia tan delicada, al tiempo que tan exigente en sus versiones de calidad.

Descripción más detallada merecería personalidad tan singular como la referida. Pero un artículo periodístico veda, por sus reglas inflexibles, tan grata empresa. Con dar noticia de que es auténtica la existencia de hombres --(también de mujeres, sin duda...)-- como el mencionado, su rubricante, animoso aprendiz de historiador, infundirá esperanza a los muchos de sus conciudadanos que albergan alusión sobre el futuro del país en que nacieran.

* Catedrático