El futuro vicepresidente, Pablo Iglesias, ha acusado a Darío Fo y a Bertolt Brecht de colaboración con el terrorismo y de apoyo a ETA. El futuro presidente, Pedro Sánchez, no se ha pronunciado, porque seguramente anda concentrado tejiendo mimbres, ese complicado, artesanal y digno oficio que en manos de algunos se está convirtiendo en un tejemaneje. Tarea inútil, por otra parte, cuando la parte contratante de la tercera parte, el PP, ya ha dicho que no, que donde las dan las toman y que ahora les toca a ellos reírse y poner la chulería. Y, entre tanto, el país ahí. Alberto Garzón también ha acusado a Oliver Hirschbiegel y a Bruno Ganz de apología del nazismo al comparar la película El hundimiento con la actuación titiriteril de Madrid. Aquí no cabe un tonto más, que no son ellos, claro, sino la legión de procesionarias del pino que asumen como dogmas tales demagogias de la parte contratante multipartidista. Y Ada Colau, lo mismo. Porque en su manipulación descarada de los hechos no caen en la cuenta de que la tautología se les da la vuelta y convierten a sus exponentes ejemplificadores en reos de terrorismo por una simple yuxtaposición (falseada) de posturas. En esto de la demagogia, está demostrado, lo que mejor funciona para el común de las procesionarias del pino son todos los modelos Barbara, Celarent, Darii, Ferio de los silogismos; será por eso que la Filosofía se enfrenta a continuos ataques en la enseñanza, para que los jóvenes nunca alcancen el estadio de personas libres y se queden en el estadio de fútbol o en el de procesionarios del pino: todos en fila india sin ver nada más que el culo del jefe. Felices.

*Profesor