A veces sorprende que vengan de fuera a señalarte los dones que tienes. Un profesor catalán de Filosofía se preguntaba el martes en la casa Góngora ante los escasos cordobeses que se interesaron por el tema que qué tendría esta ciudad como para dar al mundo cinco filósofos de universales: un pagano, un cristiano, dos musulmanes y un judío. No lo tomamos en serio, pero lo de enclave de culturas y mezcla de pensamiento para definir a Córdoba queda reflejado en la historia, como lo expone Jordi Puigdomènech en su libro Filósofos cordobeses universales , editado por Utopía Libros. Para nosotros resultan ser estatuas tan familiares que hasta hay quien se atreve a utilizarlas como blanco de pintadas después de haber sido rescatadas por mecenas que apadrinan monumentos. Pero son cordobeses, que vivieron en un tiempo en esta ciudad, dejaron el sello de su pensamiento universal en la historia y a los que en su día el Ayuntamiento les correspondió colocándolos, convertidos en estatuas, en un pedestal.

Por edad, el más viejo de nuestros filósofos es Séneca, que vigila la calle Kairuan, ese trozo de historia en muralla que va desde la Puerta de Almodóvar hasta la de las Callejas de la Luna. El obispo Osio soporta su soledad de padre de la Iglesia, que adquirió fama por su lucha contra los arrianos y por convocar el Concilio de Nicea, en la plaza de Capuchinas, al lado del Círculo de la Amistad. Ibn Hazm, que creció entre huríes, envuelto en la belleza física de un harén, casi se esconde en la Puerta de Sevilla, donde sigue dándole vueltas al amor platónico de El collar de la paloma . Al otro extremo de la calle Kairuan, Averroes, el máximo representante de la filosofía árabe, el comentador de Aristóteles, vive en un eterno amago de irse que, afortunadamente, nunca cumple. Maimónides, el quinto filósofo cordobés universal, un pensador tolerante de profundidad intelectual, está como perplejo en su recoleta plaza de Tiberíades, resumen de la Judería.

El Ayuntamiento cumplió en su día erigiendo estatuas a estos preclaros cordobeses. Quizá falte que la Universidad de Córdoba los haga suyos en forma de cursos o másteres y los reivindique en el espacio común europeo. Y que en el hall del Palacio Episcopal pongan en la lápida donde está esculpido el Credo, tras el "espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén" y la dedicatoria "con filial afecto de providentia, al excmo y rvdmo Sr. Dr. D. Demetrio Fernández González, obispo de Córdoba", que el autor de esta confesión de fe llamada credo niceno fue un obispo nacido en Córdoba y llamado Osio. El pensamiento tiene autoría.