Sorprendente sí ha sido la confesión de la Presidenta Susana de considerarse roja y tener valor para decirlo, quizá como advertencia o quizá como recordatorio. En cualquier caso ha causado estupor su aventurada franqueza. Recordamos que ZP ya nos advirtió de que él era rojo y feminista, pero claro era tantas cosas inútiles que nadie hizo el menor caso. Pero en Susana nos preocupa porque le añade en vez del feminismo zapateril la decencia que es lo que suponíamos. Aunque sea, hasta la náusea, lo menos abundante en la vida pública andaluza y el instrumento de amenaza o disimulo de uso común.

Es verdad que el rojo es color primario y cálido, asociado a la vitalidad y el amor, la pasión y el deseo. Pero también al poder o la ambición, como la corbata del gran Botín. Pero claro, a veces agobia. Dicen los sicólogos que si estamos rodeados de demasiado rojo, puede influir negativamente y volvernos irritables, impacientes e inconformistas. De manera que habrá que mezclarlo para que el conjunto resulte más armónico y relajante.

Por eso creo que aunque el rojo de Susana aparecía rutilante en el fragor del entusiasmo partidario, no debe tener su alta magistratura más espacio que el equilibrio de colores que conformen una bandera menos chillona e irreverente que sea divisada desde la distancia y seguida por muchos más de los que vitoreaban sin causa su año liviano e inútil en la Presidencia.

Me decía un avispado observador de estos desmanes presidenciales que con esta proclamación Susana pretende hacerse un hueco en el vendaval de izquierdismo radical que nos azota. Pero claro, por mucho que me insista, espero que Bonilla o Moreno o como se llame, no tome partido por color alguno, es decir, siga incoloro que es al menos más discreto que si resultase azulado o rosa o cualquiera sabe, porque estamos perdiendo costumbre a la seriedad en las formas y los contenidos. Ojalá pase la moda de traer a la actualidad, en boca de imprudentes aprendices, el recuerdo de colores ideológicos.

Pero bueno, ya veremos porque lo que faltaba en plena crisis económica y de valores, con una Nación en proceso de desintegración que chapotea en la corrupción, dentro de una Europa que no sabe hacia donde avanza o si avanza o retrocede y con un Estado Islámico armado hasta los dientes, esperando lanzarse como bárbaros sobre la civilización cristiana hasta su destrucción, aquí añoremos colores totalitarios que ya llevaron a la ruina y degradación, cuando no a la muerte de millones de seres humanos.

Fíjense, en Andalucia es imposible saber si queda muy lejos esa economía colaborativa que nos anuncia Jeremy Rifkin, pues por ahora debemos conformarnos con una de subsistencia, con dependencia de una Europa declinante y un Estado endeudado. Pues ya me dirán de que nos sirve tanta autonomía política de despilfarro si carecemos de la económica del desarrollo.

Y así llevamos más de tres décadas persiguiendo la utopía, como el galgo a la liebre y viendo cómo el paro está a la cabeza europea, cómo reiteramos año tras año los peores resultados educativos, cómo seguimos todavía con la mitad de renta per cápita que la primera región de España. Y qué decir de la deuda que asusta, porque socios del Gobierno pluma de Susana proponen no pagar, quizá formando parte de la solución final. Menuda confianza nos transmite la Presidenta con el dichoso color rojo del que presume.

Mire Señora Presidenta. En este año vacío de su Gobierno apreciamos que le falta el conocimiento necesario que acelere su maduración, las ideas precisas para elevar su categoría a mujer de Estado, el temple adecuado para liderar un proyecto. La encontramos muy verde por fuera. Si ahora nos sale con el rojo por dentro, solo terminaremos por apreciar eso, una sandía.

Creo que Andalucia necesita mujeres y hombres de su tiempo, con ideas frescas y renovadoras, con capacidad de empuje, con liderazgo y limpieza de intenciones, con patriotismo y valentía, con conocimientos de la Historia, de economía y del Estado. Que crean en un futuro de trabajo, austeridad, ética y progreso. Que detesten la corrupción y amen el juego limpio y la democracia como forma de vida y ordenación civilizada de la convivencia. Pero ya me dirán para qué necesitamos rojos.

*Licenciado en Ciencias Políticas